lunes, 9 de febrero de 2009

Cafe y Champagne

Finalmente luego de dos años, mi marido me lleva a conocer a su hermano, Ellos viven en otro país, del que mi marido tuvo que mudarse por razones de trabajo, luego de un tiempo de trabajar juntos, yo como su asistente, termine casándome con mi jefe.

Mi esposo tiene 65 años, aunque me lleva mas de veinte debo reconocer que es muy atractivo y elegante, en la cama su desempeño es muy bueno pero ya no me lleva el ritmo como antes. Es por eso que siempre estoy deseosa, vistiéndome sexy y provocando a los demás, para sentirme deseada, uso ropa sin sujetador la mayoría de las veces y cuando estoy muy caliente hasta dejo de usar pantys.

El viaje a la casa de mi cuñado no fue nada excepcional. Tomamos el avión, llegamos luego de 4 horas de vuelo y a diferencia de mí ciudad, allí hacia un calor intenso, el cual le comente a mi marido diciéndole que estaba acalorada. ÉL creyendo que estaba excitada comenzó a masturbarme en el asiento trasero del auto, mientras nos llevaba el chofer que había enviado su hermano, cosa que me hizo muy corto el viaje. Al llegar debí dejar mis pantys en la cartera ya que estaban de exprimirlas luego de mi divino orgasmo.

Al entrar y ver a mi cuñado me quede sorprendida, era exactamente igual a mi marido cuando lo conocí, sentí hasta el mismo flechazo cuando estreché su mano, casi sin pensarlo le guiñé un ojo de manera cómplice a ver que sucedía, y él me respondió con una sonrisa de aprobación.

Yo vestía una falda larga de tela ligera color crema, sandalias marrones tipo romana con trenzas atadas hasta la mitad de la pierna, siempre con las uñas bien arregladas, mi marido tenia fetiche con mis pies.

Me sentía increíblemente atraída por mi cuñado y era reciproco, se esmeraba en atenderme y no dejo de hacerme elogios desde que me vio, esto hacia que mi esposo se enorgulleciera de su excelente elección para esposa. Yo estaba excitadísima sintiéndome observada y admirada, me quite la camisa quedando solo con un top muy ajustado color blanco, intencionalmente no me puse sujetador ( pero lo que no sabia era que no era para mi marido ), inmediatamente mis pezones reaccionaron con mis pensamientos y se dejaron ver por todos.

Mi cuñada era una mujer de casa muy elegante y agradable, se ve que en su juventud fue muy atractiva, pero me transmitía cierta flojera de ama de casa, la imagino muy "básica " en la cama.

Yo comencé a seducir a mi cuñado… jugaba con mi cabello, lo miraba fijamente a los ojos, tomaba agua y la dejaba resbalar intencionalmente por mi cuello, tenia toda su atención fijada en mi mientras mi marido y mi cuñada estaban inmersos en su charla.

En in momento en el que estábamos sentado frente a frente lo mire en silencio y cruce las piernas, lo sorprendí mirándome y se sonrojo un poco, me quiño un ojo y yo comencé a jugar con la tela de mi falda, subiéndola poco a poco sin que los demás lo notaran, luego descruce mis piernas y le deje saber que no tenia ropa interior…

Mientras tanto la conversación de mi marido y mi cuñada continuaba sin inmutarse.. Mi cuñado apretó los puños, me miro con cara lasciva y dio que se iba a la cocina a preparar café, yo decidí ayudarle y me fui con el a la cocina.

La cocina quedaba al fondo de la casa, luego de atravesar un pequeño jardín interno; yo aunque no conocía la casa caminaba adelante y el me seguía pero adherido a mi espalda, podía sentir su verga tiesa haciendo presión contra mis nalgas. Sentía su respiración en mi cuello y sus manos presionando mis pezones sobre la tela.

Al llegar a la cocina, antes que nada prendimos la cafetera automática, todo pasó como si no fuese la primera vez,

Me gire y baje el top que aprisionaba mis senos, le guié la cabeza hasta mi seno derecho que clamaba por su lengua, el me daba mordiscos rápidos y lengüetazos, al estar un poco agachado subió sus manos por mis muslos y comprobó la humedad de mi vagina, inmediatamente e incorporo, me volteo quedando de espaldas a el y de manera intempestiva me penetro profundamente.


Me dio estocadas cortas y profundas me tomo por las caderas duro, sentí sus dedos clavándose en mi piel, me estrujo los senos al tiempo que se corría dentro de mi y terminando mi corrida cuando el saco su verga dentro de mi y me metió tres dedos hábiles, con movimientos rápidos para terminar la faena.

Servimos el café y salimos a la sala.

Entrada la noche ya estábamos en el jardín de la casa un espacio amplio con una mesa baja y cuatro puffs bajo una churuata, el ambiente era muy fresco, mi esposo y cuñada estaban un poco soñolientos por tantos tragos, la verdad es que intencionalmente les habíamos preparado los tragos mas fuertes para lograr sacarlos del camino temprano.

Finalmente la conversación entre mi esposo y mi cuñada los durmió y mi cuñado y yo colocamos los puffs de espaldas a ellos , para no despertarlos con nuestros ruidos. Lentamente me quito una sandalia retirando la lengua lentamente y mirándolo con lujuria, pero en silencio; alargo el pie hasta su entrepierna y comienzo a masajearle dejando que a su placer toque mi pierna y muslo. El toma mi pie entre sus manos y lo lleva a su falo magnifico que ya esta libre del pantalón. Descubro en ese momento que también tiene fantasías con mis pies y me retiro la otra sandalia, para darle un masaje con ambos pies.

Siento su glande palpitar bajo mis pies y su cara de plena satisfacción al ver que su nueva amante tiene experiencia masturbando con los pies, tomo el glande entre los dedos y lo subo y bajo lentamente; meto mis dedos en su boca para lubricarlos con su saliva y nuevamente vuelvo al ataque con mis pies en su falo.

Mientras hago esto mi mano esta jugando con mi clítoris y la otra pellizca mi pezón suavemente.

Cuando esta a punto de acabar me detengo para darle el primer plano de mi orgasmo silencioso, acelero los movimientos de mi dedo en el clítoris y dejo perder un par de dedos de la otra mano dentro de mi, para recoger un poco de mis jugos en ella. Me encanta hacer perversiones….

Mi cuñado mientras tanto seguía el movimiento de sube y baja con su mano. Yo me acerque y me hinque ante el para darle una mamada divina y agradecerle la bienvenida, da un respingo cuando escucha el sonido que produce mi boca al contacto de su glande, el sonido de mi garganta cuando es invadida por esa verga tan grande, no puede evitar gemir cuando escucha que le escupo para lubricarle mas y ve el hilillo de saliva que separa mi boca de su glande rojo a punto de explotar….

Cuando siento los latidos que anuncias la corrida incremento mis movimientos de lengua y lo consigo, pero para su sorpresa hago que eyacule en una copa… Él suspira, se arregla y me besa.

Yo me levanto y despierto a mi esposo y mi cuñada, busco la champaña y propongo un último brindis por la reunión familiar antes de irnos a dormir, sirvo la champaña para los tres y para mí en la copa que tenia antes con los jugos de mi amante dentro de ella. Los convierto en una mezcla deliciosamente espumante y luego del sonido de las cuatro copas, me tomo toda mi copa de un solo trago .

Miro a mi cuñado y le guiño el ojo, mientras mi marido me manosea las nalgas diciéndome al oído lo que me espera esta noche al llegar a la habitación…

Una tia como hay muchas

- Yo me sentía muy mal con tu papá... recordó Penélope y aun le subían los colores a la cara, por ese motivo se mantenía abrazando a su sobrino por la espalda para que él no se diera cuenta de su sentir... No quería ni verlo a la cara, estaba pensando en irme a vivir de nuevo con mis papás a su casa, y alejarme de ustedes y no provocarles problemas.
¿Pero no entiendo por qué lo hacía mi mamá contigo?... preguntó Germán intrigado... si dices que no les gustaban las mujeres ¿Entonces por qué cogían ustedes dos?
Ay mi amorcito, tenias que ser hombre para no entender a las mujeres... dijo Penélope divertida... es que no lo hacíamos solo por la sexualidad sino que con eso crecimos, desde que tenemos memoria siempre nos tocamos las dos, descubrimos el sexo entre nosotras, antes de conocerlo con los hombres, pero no sentíamos que nos gustaran las mujeres, al contrario siempre nos han gustado mucho los hombres.
¿Entonces que sentían entre ustedes para seguir cogiendo?... inquirió Germán... no entiendo cómo puede ser eso. Yo tengo mis hermanos hombres y no por eso me dan ganas de coger con ellos.
Pues porque tu crecimiento con ellos fue muy diferente al de nosotras... sonrió Penélope... en primera somos casi de la misma edad, tu mamá solo es diez meses mas grande que yo, y siempre estuvimos juntas para todo, y lo mas importante es que dormimos juntas siempre. Además que mi mamá con tantos hijos no tenia tiempo para fijarse en nuestros juegos. Y nuestro juego favorito era el de jugar a las mamás, entonces como siempre vimos a mi mamá amamantando a alguno de mis hermanos, nos jalábamos a los mas chicos para jugar a darles chiche, mientras platicábamos entre nosotras imitando a las señoras, y cuando no querían jugar, entonces jugábamos solas y nos dábamos de mamar entre nosotras.
¿Pero por que empezaron a coger entre ustedes?... preguntó Germán desconcertado.
Mira, pues yo pienso que todo fue por imitación a mi mamá, no precisamente el coger, sino otras cosas cercanas a eso... respondió Penélope... para nosotras el modo de cómo tranquilizaba mi mamá a mis hermanos cuando eran bebés era dándoles de mamar, si tenían hambre, si estaban molestos, si lloraban o si tenían sueño o pesadillas, todo lo solucionaba dándoles chiche. Y eso lo aprendimos de tanto verlo y oírlo, así que cuando alguna de nosotras dos no podía dormir y le inquietaba algo, la otra le daba de mamar, así crecimos y así se hizo nuestra vida, para nosotras fue lo normal, y jamás lo relacionamos con el sexo. Pero lógicamente que las hormonas hacen lo suyo, y esa costumbre de amamantarnos entre nosotras nos llevó a todo lo demás.
Ah, pues si suena lógico eso... comentó Germán y añadió... ¿Y entonces que les dijo mi papa cuando les cayó cachondeando?
Ay que no digas así, se oye muy feo y no era eso lo que hacíamos... dijo Penélope bromeando y riendo... nosotras no nos cachondeábamos, nosotras nos hacíamos el amor.
-0-
Nuevamente los recuerdos llenaron su mente con hechos ocurridos años atrás. Mientras le relataba a su sobrino lo sucedido, las imágenes y los detalles acudían claros a su memoria. Volviendo a vivir el momento de mayor vergüenza que le hubiera ocurrido en su vida en el pasado y en el futuro, jamás volvió a sentir nada parecido, ¡Jamás! Quería desaparecer y no volver a presentarse ante nadie, quiso hundirse en la tierra cuando Montserrat llamó a su puerta, después de un largo rato en el cual estuvo hablando con su marido acerca de lo que ocurría entre ellas. Penélope lloraba de vergüenza, no quería ver a nadie, pero Montserrat insistió, y además percibió algo en su voz que era tranquilizante para ella, era ese tono que usaba su hermana cuando tenía el control de las cosas y se sabía fuerte para protegerla.
Penny ¿Podemos pasar?... preguntó Montserrat... queremos hablar contigo, por favor.
Si pasa... respondió Penélope... pero primero quiero hablar contigo nada más.
Espérame tantito amor... pidió Montserrat a Ramsés... Déjanos hablar primero a las dos solas ¿Si?
Penny tranquilízate... pidió Montserrat, tratando de calmarla... mira ya hablé con Ramsés, y le conté lo de nosotras.
Ay Monse que pena me da... dijo ocultando su cara con sus manos... no quiero verlo, tengo mucha vergüenza. Mejor me voy a ir con mis papás, me siento muy mal.
No Penny óyeme... dijo Montserrat... cálmate, no hay problema, él me dice que nos comprende y que no quiere que nos sintamos mal. Quiere que lo escuches. Ándale Penny acepta por favor, no quiero que te vayas.
Bueno, ¿Pero de veras no está enojado conmigo?... preguntó mortificada Penélope... ¿Qué me quiere decir?
No sé Penny, pero lo ha tomado muy tranquilo... confesó Montserrat sonriente... ¿Entonces le digo que pase?
Pues si, pero tengo mucho miedo Monse, no me dejes sola con él... pidió Penélope... no te vayas a salir.
No te preocupes Penny aquí voy a estar contigo... prometió Montserrat mientras llamaba a Ramsés... ven Ramsés puedes pasar.
Penny no te sientas mal por favor... dijo Ramsés al verla temerosa y llorosa... Monse me contó como son las cosas entre ustedes, y aunque se me hace raro, voy a tratar de entenderlas, pero quiero que sepas que las quiero mucho a las dos y comprendo que así han vivido siempre, y eso no ha interferido en nuestro matrimonio, yo no quiero perder a tu hermana ni quiero que tu te alejes de ella tampoco. Por mi parte acepto que ustedes sean así, pero ahora sé que las cosas van a cambiar y les propongo que tratemos de tomarlo con calma sin que altere nuestra forma de vida, ustedes tomaran su decisión y yo la voy a aceptar. Pero yo solo les pido que me digan lo que decidan hacer y confíen en mí, y no me dejen fuera de ustedes.
No entiendo lo que quieres decir... dijo Montserrat... explícate bien.
Para que me entiendas mejor te lo voy a decir sin rodeos... dijo Ramsés con voz firme y mirándola fijo a los ojos... te acabo de sorprender por casualidad mamando y manoseando a tu hermana, y sé muy bien, que si no las hubiera visto, ustedes no me lo dirían nunca, y lo iban a seguir haciendo cuando yo no estuviera. Pero resulta que ya las vi y ahora sé lo que pasa entre ustedes dos, no lo tomes como agresión ni desquite, pero es algo que no me imaginaba que pasara con ustedes. Solo quiero por el momento que si lo van a hacer me dejen verlas algunas veces nada mas.
Entonces tú quieres ver como nos acariciamos...dijo Montserrat comprendiendo las intenciones de Ramsés... y después vas a querer cogernos a las dos juntas ¿O no?
No adelantes hechos Monse... dijo Ramsés... mi deseo siempre ha sido poder ver a dos mujeres cogiendo, hasta ahí nada mas, no voy a tratar de impedir que ustedes cambien, solo que si ya lo sabemos los tres, también me tomen en cuenta a mi.
Pues fíjate que no... gritó Montserrat... no acepto esto, y mejor aquí terminamos tu y yo.
No Monse, por favor no... suplicó Penélope rompiendo en llanto... no se separen por mi culpa, por favor muchachos. Miren mejor me voy con mis papás y ustedes no se enojen, te prometo Ramsés que esto no va a volver a pasar, ustedes se quieren mucho no se separen por favor.
Es que no voy a permitir que te vayas de aquí... dijo Montserrat a su hermana... y tampoco que este quiera tener su harem.
Mira entonces tómalo como quieras... dijo Ramsés molesto... ya te dije lo que yo quiero, allá tu si me crees o no, yo creí lo que me dijiste, y trato de entenderte, tu haz lo que se te de la gana.
No Ramsés no te enojes con ella por favor... volvió a pedir Penélope... ¿Estás seguro que eso es lo único que quieres?
Eso les estoy diciendo... contestó Ramsés... nada mas que yo si debo creerles a ustedes, pero tu hermana no puede creerme a mi. Toma en cuenta que el engañado soy yo.
Las dos jóvenes se miraron entre si, como si quisieran que la otra tomara la decisión, estaban nerviosas y apenadas con Ramsés, pero mas que nada estaban valorando la petición del muchacho. Pues en el fondo eso no les disgustaba nada en realidad, al contrario lo encontraban algo atrayente. Pero no podían aceptarlo sin primero, ponerse de acuerdo entre ellas.
Déjanos hablar un momento, Ramsés por favor... solicitó Montserrat.
No de una vez aclaramos esto... exigió Ramsés... lo que haya que decir que sea ya.
Creo que es mejor que nos permitas hablar primero a nosotras... dijo Penélope... es algo muy importante y debemos hacerlo con cuidado. Depende mucho de ello.
Está bien... refunfuñó Ramsés... las espero en la sala.
¿Qué estas pensando Penny?... indagó Montserrat... no me digas que piensas aceptar. Porque te lo advierto, yo no voy a aceptar verlos coger a ustedes dos, no lo soportaría, no los voy a compartir, ni con ustedes mismos.
No es eso lo que pienso... argumentó Penélope... y la verdad que yo no lo haría con nadie enfrente de ti. Pero lo que tienes que decidir es antes que nada, es que debes seguir con tu matrimonio, y decidir si crees conveniente que yo me vaya, y ustedes siguen igual o que yo me quede y aceptar que Ramsés nos vea coger a las dos.
Es que no puedo dejar que te vayas... respondió Montserrat... pero tampoco quiero que se vaya Ramsés. Pero sé que si le permitirnos que nos vea, él va a querer coger con las dos, y no lo puedo resistir, soy muy celosa, y veo que también muy egoísta pues me doy cuenta que los quiero a los dos para mi sola, pero no quiero que cojan entre ustedes.
Pues yo por mi parte te prometo que no lo haré... aseguró Penélope.
¿Entonces estas dispuesta a que Ramsés nos vea coger?... averiguó Montserrat.
En verdad no sé si pueda hacerlo... confesó Penélope... pero estoy segura que no quiero separarme de ti, y si es necesario aceptar que nos vea tu marido estoy dispuesta ha hacer la prueba, si es que tu quieres hacerla también.
Ay Dios mío, no se que hacer... dijo Montserrat... yo tampoco quiero que me dejes, pero me va a dar mucha vergüenza hacerlo enfrente de mi marido. Pero voy a hacer que Ramsés me prometa que no va a intentar coger contigo cuando lo estemos haciendo tú y yo. Entonces vamos a hablar con Ramsés.
¿Qué decidieron por fin?... preguntó Ramsés aparentando una calma que en realidad no sentía.
Pues aceptamos pero con condiciones... dijo Montserrat... no lo vas a poder hacer con Penny, si tienes ganas de coger solo lo vas a hacer conmigo.
Esta bien aceptó... dijo Ramsés sonriendo, y agregó... pero yo también voy a poner unas condiciones, acepto solo hacerlo contigo, pero cuando ustedes estén cogiendo, yo las voy a poder acariciar a las dos y también quiero mamarles a las dos las chiches y sus panochas.
Pero nada mas eso y ya no quieras mas ¿Eh? ¿Tu que dices Penny, te parece bien?... preguntó Montserrat, ansiosa.
Ay Monse me da mucha vergüenza... Admitió Penélope... pero si a ti te parece bien, para mí también lo está. Y se me hace justo para todos.
Entonces quiero que sigan con lo que estaban haciendo... dijo Ramsés... quiero que empecemos de una vez.
No Ramsés... pidió Penélope con el rostros enrojecido de vergüenza... ahorita no puedo hacerlo, mejor otro día ¿Si?
No, eso no... dijo Ramsés... si vamos a vivir de ese modo quiero que sea desde hoy. Quiero saber que formo parte de ustedes, pues si no es así cuando salga me van a acabar los celos de imaginarlas cogiendo en mi ausencia. Y si las veo desde ahora mismo voy a saber que cuando estén juntas yo voy a estar con ustedes. Les propongo que entren a hacerlo ustedes dos solas y yo voy a esperar aquí o tal vez salga, y ustedes no sabrán cuando entre a verlas o tal vez si.
Por mi está bien... dijo Montserrat, sintiendo ya la extraña excitación al imaginar la escena frente a su marido... y tu que piensas Penny, así sabremos de una vez si vamos a poder coger en presencia de Ramsés.
Pues si tu lo dices yo te apoyo... dijo Penélope con un sentimiento en su interior muy semejante al que sentía su hermana, le estaba excitando lo morboso de la situación con su hermana y su cuñado... vamos a mi recámara para no despertar a los niños.
Las dos jóvenes entraron a la habitación de Penélope visiblemente nerviosas, pues en su corta edad jamás habían conocido de un caso similar, eso era totalmente nuevo para ellas.
Ay Monse, estoy muy nerviosa... le confió Penélope a su hermana... no sé que vamos a hacer.
Pues mira, todavía es tiempo de cambiar de opinión... dijo Montserrat... no te voy a forzar a nada, si no lo quieres hacer está bien. Veremos como se arreglan las cosas.
No es eso Monse, se que me tendría que ir o peor que ustedes se separaran por mi culpa... corrigió Penélope... no deseo irme, pero tampoco quiero ocasionarles problemas a ustedes. Sí quiero hacerlo, pero es que estoy asustada.
Yo también tengo miedo... admitió Montserrat... pero Ramsés tiene razón y si vamos a aceptar, debe ser lo mas pronto posible, pues también lo entiendo y sé que los celos no lo van a dejar en paz, imagínate si le daban celos porque amamantaba a Ger. El saber que al salir de la casa tu y yo vamos a coger, no lo va a soportar, en cambio si sabe que cuando llegue va a poder vernos cogiendo, eso lo va a motivar para venir rápido a la casa y no irse por ahí con otras viejas.
Si tienes razón... respondió Penélope... Pero no se como empezar.
Pues vamos a acostarnos... sugirió Montserrat quitándose la holgada camiseta dejando al aire sus redondos y levantados senos que se bamboleaban pesados con cualquier movimiento de ella... y vamos a empezar como siempre, con un beso.
Montserrat se acomodó primero en la cama sonriente y excitada, esperando a su hermana mientras esta lentamente desabotonaba y se quitaba su blusa sin mangas, que mostraban sus torneados brazos y su vientre algo ancho por la reciente maternidad, pero aun plano y acinturado. También estaba sin brasier pues no había tenido tiempo ni humor para volvérselo a poner. Penélope se acostó sobre su espalda al lado de su hermana con la vista clavada en el techo, totalmente tensa por el nerviosismo de lo ocurrido, sentía en su estomago un vacío que oprimía su pecho y le impedía respirar bien, obligándola a realizar una respiración entrecortada y rápida, sus miembros temblaban notoriamente y su abdomen se inflaba y se hundía con la rapidez de su respiración, sus preciosos y llenos senos se mecían acompasados, temblando sus carnes en el vaivén. Montserrat se acomodó de costado recostando su cabeza en su propio brazo que pasó por detrás de su cabeza y puso su otra mano en el abdomen de Penélope, deslizándola en círculos alrededor del ombligo, sabia que esa era una de las caricias que mas tranquilizaban pero que también excitaban a su hermana, levantó un poco su torso y acercó su boca al hombro de Penélope besándoselo tiernamente. Penélope sabía que esa era la señal para que levantara y extendiera su brazo, para así poder colocarse Montserrat en el hueco de su axila. Sin dejar de acariciar el abdomen de su hermana dedicó su atención a besar el hombro de Penélope, con besos suaves casi nada mas rozando la fría y temblorosa piel de la joven, Penélope levantó mas su brazo ofreciéndolo completo a la boca de Montserrat, esta agradeció la insinuación sacando su lengua y dando toquecitos con la punta en la tersa y sensible piel de la axila, Penélope gimió sensual por la caricia, y volteando la cara besó la mejilla de Montserrat mientras que ella se entretenía en besar y lamer toda la zona de la axila, de arriba abajo, Penélope besaba lo que estaba al alcance de sus labios de la cara de su hermana, hasta que Montserrat giró su rostro y ofreció su boca abierta invitándola a besarle, pronto las bocas se encontraron fundiéndose en cientos de besos sedientos, las lenguas se buscaron y se acariciaron entre ellas.
La mano de Montserrat se había posado ya bajo la amplia falda hurgando entre la fina pantaleta para alcanzar los húmedos labios vaginales, los hábiles dedos lograron encontrar el camino hasta la tibia vulva que se abrió en flor ante la reconocida y amada mano que conocía la formula para llevarla de la relajación al estallido incontrolable de los orgasmos, metió entre los ardientes labios su delicado dedo índice, buscando con éxito el sensible botón interno de Penélope, al sentir la joven la presión sobre su punto G, la sorprendió un fuerte gemido que escapó de su garganta, al sentir la respuesta de su hermana en su boca, Montserrat rascó con fuerza el erótico punto, usando solo la yema de su dedo una y otra vez y otra mas, mientras Penélope se entregaba a la boca y a los dedos de su hermana moviendo sus caderas con violencia, tallándose contra la mano que ahora ya tenía el índice y el medio dentro de la vagina, completamente húmedos por la viscosa secreción que fluía de las entrañas femeninas.
Sentir entre sus dedos la resbalosa humedad que emanaba, producida por el inmenso placer de la experta masturbación que solo una mujer es capaz de brindarle a otra mujer, servia de aliciente a Montserrat para continuar explorando los mas íntimos rincones femeninos de la ardiente vagina, que ya se abría como una oscura boca invitando a esos seductores dedos a continuar invadiéndola, para acariciar sus lugares secretos y hacerlos reventar como una presa desbordante, en los terribles orgasmos que arrancaban los mas variados ruidos que podía emitir su garganta, llenando la casa con el excitante canto sexual en sus cogidas. Pronto olvidó Penélope la inquietante presencia de Ramsés, y se entregó por completo a las sabias caricias de su hermana mayor, acomodándose ella también para tener a su alcance la sexualidad de Montserrat, quien al sentir que la mano de su hermana se abría paso entre la carme caliente de sus gruesos y firmes muslos separó las piernas colocando una de ellas con el pie apoyado en la cama formando un incitante triángulo con sus piernas que dejaba a la vista y al alcance su abierta vulva bañada ya por el delicioso néctar indicador de su cachondés lujuriosa, la mano de Penélope encontró con toda facilidad la vagina de su amante, y sin mas preámbulo introdujo de forma casi violenta sus dos dedos medio y anular provocándole un espasmo a Montserrat que dejó escapar un fuerte grito de sorpresa que llegó a los oídos de su esposo, que se deleitaba con las armoniosas voces excitadas de las dos hermanas entregadas al desenfrenado incesto, del que pronto participaría como observador y posiblemente con algo de suerte, como miembro de ese sin igual triángulo. Los gritos, quejidos y gemidos que llegaba a escuchar lo habían puesto al máximo de su líbido, sentía su verga a punto de reventar, estaba dura y crecida en toda su extensión, se la sobaba con la mano por encima del pantalón, gratificándole un poco en sus ansias de penetrar alguna de las vaginas que se debatían en una descarada cogida entre hermanas. No pudiendo soportar mas la excitante y callada gritería de las dos mujeres se dirigió a la habitación donde se encontraban las incestuosas amantes, deteniéndose en la entrada para observar el espectáculo que se le presentaba y que desde hacia tanto tiempo imaginaba, formando en su mente miles de escenas diferentes en las cuales esas dos hermanas se entregaban lujuriosamente a censurado pero excitante incesto.
Ahora por fin su deseo se convertía en realidad, ahí estaban su esposa y su cuñada manoseándose y masturbándose una a la otra en un interminable recorrer de manos y bocas por los níveos cuerpos de las dos chicas que gemían ante las expertas caricias que se prodigaban. Ramsés quedó como hipnotizado ante la escena y permaneció parado por un momento bajo el marco de la puerta, observando fascinado en desenvolvimiento de los cuerpos sobre la cama que emitía de vez en cuando leves rechinidos respondiendo así a los movimientos bruscos de las chicas, incorporando a su vez su voz rechinante a los ruidos que salían de las gargantas de las ardientes mujeres.
Montserrat había colocado de espaldas a su hermana sobre la cama colocándose en forma natural arrodillada entre sus piernas abiertas al máximo, que la invitaban a posarse entre ellas y disfrutar de esa húmeda vulva que brillaba por los incesantes y aromáticos ríos de néctar sexual, que ya se esparcían por toda la habitación dando una olorosa escenografía libidinosa, que al ser captada por el hombre atizó la fuerte irrigación de su pene poniéndoselo mas grande y mas endurecido, haciéndolo menearse por si solo exigiendo ser calmado de inmediato, sin darse cuenta Ramsés se sobaba y estrujaba su dura verga, respondiendo así a la necesidad de ser acariciada hasta hacerla descargar su vital semilla de una forma u otra. Como en trance se sacó la palpitante verga por la bragueta del pantalón, iniciando una involuntaria masturbación, mientras observaba extasiado como su mujercita y la hermana de esta se entregaban al lésbico e incestuoso placer considerado antinatural y prohibido, en ese momento veía como Montserrat se colocaba entre las piernas de Penélope y hundía si cabeza entre ellas encontrando la abierta vulva que clamaba por una boca, una mano o un pene para ser satisfecha de una vez ya.
Montserrat dio una amplia lamida a la panocha de su hermana extrayendo con su lengua una gran cantidad de fluido vaginal que fue a paran directamente a su sedienta garganta, embelezándola con su sabor salado y ácido tan incitante para ella, esta acción tuvo su reacción pues la vulva empezó a abrirse y cerrarse por si sola latiendo con fuertes espasmos que exigían una gratificación inmediata que calmara el intenso calor interno de la joven Penélope, que se retorcía de la cintura para abajo como buscando algo o alguien que la poseyera totalmente, Montserrat se aferro fuertemente de las piernas de su hermana con los brazos mientras sus manos abrían completamente los vaginales labios exponiendo así la secreta y deliciosa flor de amor de Penélope sin tardarse mas volvió a hundir si cara en esa vibrante y viscosa vulva chupando y lamiendo los labios y la entrada de la vagina absorbiendo en cada lengüeteada grandes y espesas raciones de néctar, degustándolos golosamente, deleitándose con su especial y sensual sabor de amor, porque eso mes lo que hacían las dos hermanas, ellas no cogían simplemente, ellas se hacían el amor en cada uno de sus encuentros. Tan intensa era su relación.
La cadera de Penélope subía y bajaba una y otra vez llevando consigo la aferrada cabeza de Montserrat quien seguía cogiéndose a su hermana con su labios y su lengua, arrancándole todo tipo de exclamaciones que enardecían aun mas a Ramsés quien sin darse cuenta se masturbaba furiosamente chaqueteándose la verga de arriba abajo cada vez con mas velocidad. Fijó su mirada en el hermoso culo de su mujer que estaba en cuatro patas en medio de su hermana, dándole una increíble mamada de panocha, excitada por los inquietantes acontecimientos ocurridos y por la presencia de su esposo quien la observaba entregarse a su hermana, desde que Ramsés apareció en la puerta sigilosamente, Montserrat se dio cuenta de ello, y sintió una inexplicable inyección en su líbido que nublo todos sus sentidos haciéndola entregarse como nunca a satisfacer a su hermana como jamás lo había hecho antes, con un ímpetu desconocido en ella, que también fue percibido por Penélope, al sentir en su panocha una intensidad mayor en las caricias de Montserrat.
Montserrat sabia que Ramsés las estaba mirando y por eso movía seductoramente su culo en un vaivén incitante y libidinoso, que tenía al esposo al borde de la eyaculación, la faldita de Montserrat se había subido hasta su cintura exponiendo a la vista de Ramsés todo su culo desnudo y su húmeda vagina. En un movimiento invitador, Montserrat pasó su mano por detrás de ella hasta su culo separando su nalga para mostrar su oculto ano y la entrada de su sonrosada vagina, metiendo uno de sus dedos dentro de la vulva.
Ramsés ya no resistió mas y avanzó sin voluntad hacia la cama, obedeciendo ciegamente la callada invitación de su mujer para que metiera dentro de ella su adorada verga y se la cogiera todo lo que él quisiera. Penélope sintió como se movía la cama a sus pies, bajo el peso de su cuñado que tomaba posición detrás del culo de su hermana, lo vio aparecer detrás de Montserrat y cómo él dirigía su vista a su verga para colocársela en la entrada de la vagina a Montserrat para clavársela hasta el fondo en una violenta embestida que sacó el aire de los pulmones de su hermana haciéndola emitir un fuerte gemido por la salvaje posesión de lo que es suyo, pasado ese instante la experta boca de Montserrat continuó con su desquiciante mamada en la vagina de Penélope.
Penélope sintió en su vientre los empujones que Ramsés daba a su hermana al cogérsela con fuerza y en su vagina sentía la voz de Montserrat al exhalar con cada envite suspiros y jadeos cada vez mas fuertes mientras era penetrada por la gruesa y larga verga de su marido que se había colocado en forma tal que en cada embestida presionaba su punto G irradiándole a sus entrañas oleadas de insoportable placer haciéndola babear de gusto en tanto que su saliva y los fluidos de su hermana se entremezclaban en sus labios y en su lengua confundiéndose en el trayecto dentro de su garganta, pues Montserrat seguía engullendo glotonamente todo lo que salia de la vagina de su hermana emitiendo fuertes chasquidos al chupar escandalosamente la viscosa y nectarina secreción vaginal.
Ramsés vio directamente a los ojos de Penélope, en una mirada sin expresión alguna pero que denotaba el trance lujurioso por el que atravesaba el muchacho al participar con esas dos jovencitas en una entrega sexual sin limites, los ojos de ambos se encontraron quedando en una mirada fija sin pestañear siquiera, diciéndose esos ojos, como se deseaban el uno a la otra, imaginando que Montserrat no estaba entre ellos y que quien recibía por completo la verga de Ramsés era Penélope y que la vagina de esta era la que aprisionaba el enhiesto y anhelado falo divino de Ramsés. Justo en ese momento de contemplación, las entrañas de Penélope estallaron en mil pedazos arrastrando jirones de surcos ardientes que hacían temblar y sacudirse todo el interior de Penélope contrayéndose incontroladamente en poderosos espasmos que deleitaron todos los sentidos de la muchacha quien gritaba sin reservas anunciando mal mundo el intenso placer cosquilleante que disfrutaba por la boca de su querida hermana, la vibración de su vagina era tal que los dedos, lengua y labios de Montserrat sintieron fielmente cada una de las contracciones hasta que fueron espaciándose lentamente y cada vez con menos potencia.
De pronto Penélope sintió que la boca de su hermana se plantaba por completo en su vulva ahogando con sus labios vaginales un poderoso grito de satisfacción y placer que lanzó Montserrat al reventar en un potente orgasmo que arrastró con ella la copiosa eyaculación de Ramsés el lo mas profundo de su vagina, depositando en su útero una interminable cantidad de semen tibio y espeso, bañando las ardientes entrañas de su mujercita que se sacudía ante los tremendos espasmos que estallaban en su sexualidad satisfecha y agradecida. Los gritos y gemidos de los tres llenaron el ambiente, en un ensordecedor canto libidinoso mezclando las tres voces que sin timidez alguna expresaban su satisfacción plena en esa inesperada y nueva etapa de sus vidas. Los tres estaban ya desnudos y sus cuerpos lucían brillantes por el sudor transpirado, los olores se confundían en el ambiente de la habitación ofreciendo a los olfatos la inconfundible fragancia del amor, Montserrat se dejo caer a encostado de Penélope mientras que Ramsés cayó sin fuerzas al otro lado de su cuñada, quedando Penélope en medio de los dos esposos creando un eslabón de unión entre ellos tres que iba a perdurar por toda la vida. Sin proponérselo las bocas de Ramsés y Penélope se volvieron a unir en un amoroso beso pero ahora frente a Montserrat quien sonrió dando su aprobación y permiso, levantándose un poco para poner su torso encima del pecho de su hermana y así poder alcanzar esas dos amadas bocas para así darse los amantes su primer beso triple, el primero de mil besos de ese tipo que se iban a dar en el futuro. Las tres lenguas se buscaron y se enredaron gustosas y felices saboreándose con las salivas y disfrutando los tres del secreto e intimo sabor de la sexualidad de Penélope, siendo esta la primera vez que Ramsés paladeaba ese anhelado manjar femenino.
Una melancólica sonrisa invadió la cara de Penélope al recordar con todos sus detalles esa primera vez en que Ramsés participo con ellas en una cogida. Germán sentado en una de las sillas del antecomedor, había atraído hacia él a su tía abrazándola por la cintura mientras ella permanecía de pie apoyándose en Germán y le relataba en forma minuciosa todo lo sucedido aquella feliz noche de amor, en tanto que Penélope recordaba y hablaba Germán había liberado las soberbias chiches de su tía y las mamaba tranquilamente, sin prisas disfrutando del relato sensual, sintiendo como su fuerte verga presionaba por debajo de la suave tela del short. Él estaba atento a las palabras de su tía y disfrutaba pasando su boca de un pezón a otro mamándolos con fuerza, enardeciéndose por la docilidad de la hermana de su madre, que le permitía mamarle las chiches a su antojo mientras enredaba entre sus dedos el cabello de la nuca de su sobrino acariciándole la cabeza y besándolo en la frente de vez en vez, como agradeciéndole cada que le brindaba una sensación placentera, separando también sus brazos del cuerpo cuando él se los levantaba para así tener acceso a sus axilas limpias y perfumadas chupándoselas, besándoselas y lamiéndoselas sin objeción por parte de ella, que permanecía maleable a los antojos de su amado sobrino, sintiendo que también su vagina era atendida por la mano del muchacho masturbándola lenta y cadenciosamente habiéndola hecho separa sus piernas para recibir en su vulva y en su vagina las caricias suaves de su ahijado y sobrino.
Y así fue que se iniciaron las cosas con tu papá y nosotras... dijo Penélope con voz sensual por la excitación que le estaba provocando el muchacho... ¡Ay mi amor ya me calentaste la panochita otra vez y ya falta poco para que llegue la familia.
No le hace... dijo Germán soltando el pezón alargado que estaba mamando mientras metía y sacaba en la vagina sus dos dedos... tu sígueme contando, ¿Por qué cogías con mi papá a escondidas de mi mamá, a poco de veras no los dejaba coger?
Pues mira, mas que nada fue por lo que nos advirtió desde el principio, de no querer que cogiéramos él y yo... dijo Penélope casi con un hilo de voz por lo excitada que estaba de recordar y por la masturbación que le estaba dando Germán. Ya estaba totalmente mojada... y fue mas por no ocasionarle un disgusto, pero las cosas entre tu papá y yo ya habían ido muy lejos, como te lo conté, así que ya en la casa era muy difícil para tu papá aguantarse de no coger conmigo estando tan cerca. Pero mira mi amor quiero que me cojas ahorita aunque sea rapidito antes de que lleguen tus primos y tu tío, y después te sigo contando lo demás, ¿Si mi amor, me coges un poquito?
Claro que si Penny... dijo Germán mientras mamaba el otro pezón r rascaba con fuerza el punto G de su tía y frotaba con el pulgar el duro clítoris lleno al tope de la sangre que lo hinchaba desde su interior... te voy a dar toda la verga que necesites, vamos a mi cuarto.
Germán la levantó en brazos y la llevó hacia el cuarto de huéspedes, mientras le iba mamando un pezón provocándole una excitación mayor a su tía. Cargándola con una de las manos por las nalgas y acomodando su dedo pulgar para metérselo en la vagina haciéndola suspirar de placer, como preámbulo a la nueva cogida que le iba a dar su amado sobrino. Penélope en el trayecto iba observando como el muchacho le mamaba la chiche, veía como su pezón había desaparecido dentro de la boca de Germán y cómo se le hundían las mejillas en cada fuerte mamada que le daba al pezón y cómo su chiche se alargaba siguiendo a esa boca mamadora, ella por su parte se pellizcaba el otro pezón para aumentar su líbido, mientras que un grueso dedo se clavaba profundo en su vagina.

Primera vez con Ricardo

Hola les voy a contar lo que me paso en la piscina cuando tenia 19 años.

Por aquella epoca me apunte a mi piscina municipal para hacer algo de ejercicio entre semana, la gente que solia ir era sobre todo hombres maduros y algunas mujeres de diferentes edades, pero menos.

Los vestuarios de la piscina se componian de una zona de duchas, otra de lavabos y aseos y la ultima de vestuarios individuales.

Siempre buscaba si alguno de los vestuarios grandes estaba libre pero estaban ocupados siempre, menos un dia.

Ese dia mire por la zona de los vestuarios grandes y parecia que habia uno libre con la puerta entreabierta, al entrar crei que me llamaban asi que entre sin mirar que habia dentro y heche el pestillo tras de mi, al darme la vuelta me encontre con un hombre de unos 40 años, fuertote, rapado y depilado todo el cuerpo y totalmente desnudo con la polla semi-erecta.

Nos miranos y no nos dijimos nada, desde que follaba no habia visto ninguna polla en vivo, y ver esa me impresiono un poco y casi no le podia quitar ojo.

- Perdona no sabia que estaba ocupado, lo siento me voy. -Le dije yo

- Tranquilo no me molesta, podemos compartir el vestuario es grande para los dos.

Nos quedamos callados por un momento.Esa situacion me puso a mil, y no sabia como reaccionaria el tio si me desnudaba y veia mi ereccion que empezaba a subir, aunque se tenia que haber dado cuenta de que casi no le quitaba ojo a su polla que sin ser gran cosa, cada vez me apetecia mas.

- Sera mejor que hablemos bajo, por que sino se van a creer que somos maricas, vale?

- Vale.-Le respondi en un susurro.

Deje mi bolsa de deporte al lado de la suya y fui rebuscando mi bañador dentro despacio para ver si se me bajaba la ereccion aunque con el calenton que llevaba encima era dificil, porque encima de reojo le miraba la polla que parecia que habia subido mas.

- No te cortes por desnudarte yo estoy esperando a ver si me baja un poco la polla que me da vergüenza salir con el bañador y marcando. Por cierto me llamo Ricardo.

Al decirme eso me le quede mirando la polla y tarde en responderle

- Yo me llamo Jose.

Para ver como reaccionaba no saque el bañador de la bolsa y me desnude por completo como el, tenia la polla casi erecta del todo, se me quedo mirando y me dijo.

- Tu tambien andas muy tenso, no sera que tanto mirarme la polla te ha puesto cachondo.

Todo esto lo dijo en un susurro mientras se arrimaba a mi.

Me dio un escalofrio y me puse un poco nervioso, solo habia tenido sexo con Ivan y parecia que Ricardo iba a aser mi segundo hombre.

- Bueno, es que yo.... -Balbucee

Se acerco mas a mi, me dio la vuelta y me puso de espaldas a el, arrimo su polla a mi trasero y me empezo a comer el cuello, yo aprete mas el culo a su polla para que notase lo que me apetecia. Me encantaba.
Me dio la vuelta nos pusimos cara a cara, me empezo a besar con ganas, su lengua se introdujo en mi boca y encontro la mia. Nos juntamos mas, nuestras pollas se rozaron, me encantaba sentir el roce de su polla en la mia y en mi vientre, enseguida baje las manos a su polla y a sus huevos, la tenia casi tan gruesa como la mia, muy venosa y de unos 18cm y unos huevos grandes y sin pelos. Le acaricie la polla mientras nos besabamos, el me cogia con sus manos del culo he intentaba acercarse a mi hoyito, me abrio las nalgas con las manos y con uno de los dedos me empezo a hacer masajes en circulos en mi ano, me encantaba, estaba en la gloria y me estaba dejando llevar.

Nos separamos del beso, pero yo no solte su polla, ni el mi culo, se me quedo mirando y me dijo.

- Tienes un culo muy apetecible.

- Y tu una buena polla

Se sento en el banco yo estaba de pie delante de el, habia soltado su polla pero el no habia soltado mi culo, me giro me puso de espaldas me miraba las nalgas las apretaba y las separaba, le puse el culo mas en pompa para que pudiese hacer con el lo que quiese, estaba entregado a Ricardo.

- Tienes un culo precioso, y un agujero que seguro que es muy acojedor.

Me abrio el culo a tope con las manos, y me escupio en el varias veces, entonces me acerco su dedo indice a mi boca, se lo chupe y de ahi se lo llevo a mi culo y me lo metio, entro facil, lo metio y saco un par de veces, me lo volvio a llevar a la boca y se lo volvi a chupar y repitio la operacion solo que estaba vez me follaba el culo con el dedo o lo metia hasta el fondo y hacia circulos con el dentro. Lo saco y me llevo a la boca su dedo indice otra vez y el corazon se los chupe y ensalive bien y de ahi me los metio en el culo otra vez y me follaba el culo con sus dedos. Yo estaba en la gloria se notaba que Ricardo era un experto y que mi culo no era nuevo en esas lindes, gracias a Ivan

- Me encanta.-Le dije

- Veo que eres una putita con un culo muy tragon, pero yo ahora quiero que me la chupes, que seguro que lo haces muy bien.

Me di la vuelta y me puse de rodillas entre sus piernas, Ricardo tenia la polla totalmente erecta y un poco manchanda de liquido, puso mis manos en su pecho y me meti el glande en la boca y lo saboree era un sabor mas salado que el de Ivan pero me gustaba mucho. Me la meti casi toda en la boca y la saque y Ricardo gimio un poco de placer, me baje a sus huevos y los chupe luego pase mi lengua por todo el tronco de su polla marcando fuerte y volvi a metemerla en la boca para empezar un movimiento de sube y baja, a la vez que se la succionaba, Ricardo gemia poco para no hacer ruido como me explico otro dia, no por que no gozase. De vez en cuando me decia:

- Que bien lo haces perra.

o

- Chupa puta que este caramelo no se gasta.

Yo no le respondia solo le miraba a los ojos y le sonreia con la polla en la boca o asentia.

Despues de un rato me quito de chupar su manjar, me dio un pequeño cachete en el culo, me hizo ponerme a cuatro patas encima del banco, yo sabia lo que me iba a hacer y lo estaba deseando.

Puso la polla a la entrada de mi ano que ya estaba algo dilatado y empujo para que entrara no le costo casi nada que entrara, pero yo di un pequeño respingo de dolor, le dije que despacio y asi lo hizo. La metio despacio pero hasta el fondo, cuando estaba lleno de el, se agacho hasta mi oreja y me dijo:

- Como me esperaba es muy acojedor tu agujero, ahora te voy a follar perra.

- Si soy toda tuya, hazme lo que quieras.

Me empezo a follar despacio, me dolia un poquito pero era soportable, yo procuraba no hacer ruido por si nos pillaban, pero me costaba porque a cada embestida el dolor daba paso al placer. Dez en cuando se arrimaba a mi oreja y me decia lo que le gustaba o lo perra que era, eso me ponia mas caliente y yo le ayuda a cada embestida empuja el culo hacia el para que entrase toda.

Despues de un rato maravilloso se quito de detras se sento en el banco y sin decirme nada, yo me sente en su polla de frente a el. Me la meti hasta el fondo y empece el movimiento de mete-saca, no conseguia el mismo ritmo que Ricarado antes pero el me ayuda con sus manos en mi culo a seguir el ritmo, lo que si, que lo estaba disfrutando mas porque me rozaba mas en la prostata, yo estaba soltando mucho liquido en su pecho con mi polla.

A ricardo se le empezo a hinchar la polla y aumento el ritmo de mis movimientos ademas que aprete el culo para que se corriese con mas fuerza, me lanzo varios trallazos de leche caliente dentro de mi culo que me hicieron suspirar de placer, pare de moverme, Ricardo me miro y me dijo:

- Te pajeo con mi polla dentro si luego me limpias tu leche de mi pecho.

- Por supuesto

Me agarro la polla y me empezo a pajear, como estaba tan excitado apenas tarde en correrme sobre su pecho, cuando termine me levante y le empece a chupar la mano y el pecho para quitarle mi semen, estaba riquisimo despues de lo bien que me lo habia pasado.

Al rato nos pusimos los bañadores, nadamos poquito volvimos al vestuario. Le quise hacer una otra mamada a Ricardo y me dijo que en ese momento no. Que luego.

A la salida me llevo a casa y antes de llegar le ofreci pagarle el viaje con mis servicios, el dijo que por supuesto nos fuimos a un sitio tranquilo y se la chupe con muchas ganas hasta el final.

Despues de esto solia quedar con Ricardo un par de veces entre semana para follar y con Ivan los fines de semana, ya os contare el dia que coincidimos los tres.

Si os ha gustado escribirme soy de Madrid

Madre e hijo

Mi nombre es Carmen y quiero haceros partícipes de mi primera experiencia de tipo incestuoso, en concreto tuvo lugar con mi querido hijo. En mi caso fue algo que surgió de forma espontánea y natural, sin buscarlo pero de lo cual debo reconocer que no me siento para nada culpable…….



Me casé siendo casi una niña pues apenas había cumplido los 19 años. Estaba realmente enamorada de mi marido el cual es quince años mayor que yo por lo que con el paso de los años dicha diferencia de edad se fue acentuando. No perdimos el tiempo pues apenas al año y medio de estar casados tuvimos a Jorge, nuestro querido hijo. Es un muchacho alegre y jovial, afectuoso y tierno, muy estudioso. Es algo tímido con las chicas supongo que por su juventud, nada que no pueda superar con el tiempo. Tiene el cabello largo y castaño, es alto y bien parecido, los ojos marrones. Es de complexión delgada.



En cuanto a mí os diré que llevo el pelo teñido de color caoba y que gracias a la gimnasia regular que realizo y al cuidado con las comidas mantengo una figura aún harto interesante y apetecible para los hombres. Tengo unos senos de buen tamaño y poseo unos pezones oscuros y fácilmente excitables que cuando se erizan se perciben a través de la tela de la blusa pues trato de no llevar sujetador ya que me resulta enormemente molesto. Las caderas son anchas y el trasero pronunciado y duro. Debo reconocer sin falsa modestia que más de un hombre se gira a mirarme cuando paso a su lado.



Los hechos que voy a relatar se desarrollaron unos meses después de haber cumplido los 41 años, así pues Jorge tenía 20 años. Mi esposo había superado ampliamente los 50 y daba la sensación de tenerme abandonada y desatendida en el plano sexual pues cada vez nuestros encuentros se alejaban más y más en el tiempo. Busqué montones de razones para su falta de interés, creyendo en la presencia de otra mujer pero tras contactar con un detective para que me pasara informes de mi marido pude ver que no iban por ahí los tiros. Mi esposo trabaja en su empresa de la mañana a la noche y yo en una conocida editorial del país como traductora de textos por lo cual llevamos una vida sin problemas económicos.



Tras unos meses realmente estresantes en el trabajo decidimos hacer un viaje a Menorca los dos solos para así relajarnos y tomar unos días de descanso. La soledad de dicha isla era ideal para nosotros, lejos del mundanal ruido. Hablamos con mis suegros y les dijimos que Jorge iría a Gijón a visitarles y así pasaría unos días con sus abuelos, sus tíos y sus primos.



Tal como suele ocurrir cuando tienes todo preparado y a punto de realizarse, mi esposo tuvo un problema con el pago de un cliente y se vio obligado a dejar de lado las tan ansiadas vacaciones. En cambio mis vacaciones ya no podía posponerlas pues mi jefe me había hecho un favor especial dándome aquellos quince días y ya no había posibilidad de cambiar las fechas debido a la molestia que habría con el resto de compañeros. Mi marido viéndome cariacontecida por dicho contratiempo me animó diciéndome que aprovechara aquellos billetes y me fuese con Jorge a disfrutar y que ya hablaría con sus padres. Me alegré pues ya que no podía pasar aquellos días con mi marido al menos estaría acompañada por mi hijo. Pensaba gozar lo máximo posible de mi merecido veraneo.



Al llegar a la isla tuvimos que alquilar un pequeño coche con el cual nos moveríamos con comodidad por Menorca. Pensábamos aprovechar la soledad de aquellas calas que permítian disfrutar de la libertad de la naturaleza. El hotel donde nos alojábamos poseía unas instalaciones magníficas. Tenía una gran piscina que a aquellas horas de la mañana estaba ocupada por bastante gente, los unos tomando el sol en las tumbonas y los otros refrescando los desnudos cuerpos dentro del agua. La mayoría de los visitantes eran extranjeros. Había muchos alemanes e ingleses. Estaba bien comunicado y la habitación tenía vistas al mar y estaba rodeada de pinos. El paisaje era típicamente mediterráneo. En fin, una auténtico prodigio de la naturaleza.



Hijo, te dejo elegir ya que es el primer día que estamos en la isla. ¿Vamos a la playa o nos quedamos en la piscina? Escoge lo que quieras.



La verdad es que me da igual. Ambas ideas me llaman la atención.



Bueno, entonces ya que no te decides iremos a la playa que tengo ganas de conocer las famosas calas de Menorca a ver como son. Tengo ganas de darme un buen chapuzón que hace un calor insoportable.



Como teníamos muchas ganas de disfrutar del mar nos cambiamos con premura. Yo me puse un bañador de una pieza atado al cuello que me marcaba una figura envidiable. Al poco rato salió Jorge del baño con un bañador estampado. Con las toallas al hombro nos dispusimos a gozar de nuestro primer baño. La verdad es que aquella cala era preciosa, a aquellas horas había poca gente. La mayoría de ellos iban desnudos lo cual me cortó un poco, más por mi hijo que por mí. Sin embargo pensé que la imagen de aquellos cuerpos desnudos no podría ser nociva para un muchacho joven como él. Cuanto antes se acostumbrara a la desnudez mejor. Vimos alguna pareja haciéndose arrumacos de enamorados junto a matrimonios tumbados al sol mostrándose sin recato al resto de los presentes.



Pude ver como los ojos de Jorge se perdían entre los desnudos senos de aquellas mujeres pero no le dí mayor importancia. Debo reconocer que también mi vista se fijó en más de un guapo muchacho de los que había por allí. Incluso llegué a posar mi mirada en la abultada entrepierna de un joven muchacho rubio que estaba tumbado boca arriba con los ojos cerrados. Me humedecí al instante ante aquella imagen perturbadora. Aquel pene de dimensiones considerables descansaba sobre su sudoroso muslo. Me encontraba tan ensimismada que me asusté cuando mi hijo me habló y me dijo riéndose:



Pero mamá, deja de mirar que se va a dar cuenta.



En esos momentos no supe donde meterme. Mi hijo me había pillado pero pareció no darle la mayor importancia a mi pequeño desliz pues al momento estaba hablando de otras cosas.



Tras pasear un rato por la orilla de la playa llegamos a una de las esquinas y nos decidimos por un pequeño hueco libre donde nos tumbamos y empezamos a disfrutar de los rayos del sol. Tras diez minutos de estar al sol ya estaba cansada y le dije a Jorge si nos ibamos al agua que hacía mucho calor. Jorge aceptó mi propuesta al instante y poniéndose en pie se fue corriendo al agua lanzándose de cabeza. Le seguí y entré al agua nadando hasta llegar donde se encontraba mi hijo. Estuvimos jugando un buen rato echándonos agua y Jorge me hizo alguna inocente aguadilla. Gracias al contacto, mi hijo se agarró a mi cuerpo en diversas ocasiones lo cual me puso algo nerviosa aunque finalmente no le dí mayor trascendencia. Mi hijo lo estaba pasando realmente bien y pude comprobar que en su actitud no había el menor atisbo de malicia.



Regresamos a las toallas y pude observar como más de una persona se fijaba en mí. Era la única mujer en bañador entre todos aquellos hombres y mujeres completamente desnudos. Habitualmente solía mostrar los pechos cuando estaba con mi marido pero aquello era diferente. Jorge jamás me había visto los senos desnudos y no sabía como podría responder. Finalmente perdí la cabeza y me decidí a desprenderme del bañador.



Jorge, ¿te molestaría si me quitase el bañador?. Me siento un poco extraña. Todo el mundo está desnudo. Tu también podrías quitarte el bañador. No sería la primera vez que te veo desnudo, le dije mientras reía con ganas.



Pues claro que no me molestará. Puedes hacer lo que quieras. No nos conoce nadie. Si no te da vergüenza que te vea desnuda…….



¿Y por qué iba a darme vergüenza que mi hijo me viera desnuda?



No sé mamá, si a ti no te incomoda a mi tampoco. Haz lo que quieras. Como te dije aquí no nos conoce nadie y podemos hacer lo que nos venga en gana.



Me puse en pie y agarré el cordón que sujetaba el bañador detrás del cuello y lo solté dejando al aire mis orgullosos pechos. Fui bajando la tela del bañador a través de mi cintura y mis piernas hasta desprenderme de él por completo. Observé con satisfacción como las miradas de más de un hombre e incluso de alguna jovencita se quedaban fijas en mi desnudo cuerpo admirando mis duras tetas apuntando hacia delante.



Madre mía, menudo cuerpo y que par de tetas que tienes…



Tras aquella exclamación, Jorge se disculpó de sus anteriores palabras. Se puso muy nervioso y no supo como salir de aquel atolladero. Traté de calmarlo buscando hacer el momento lo más natural posible.



Tranquilo hijo, es normal lo que te ha pasado. No debes preocuparte por ello. Es normal que al ver a tu madre desnuda hayas respondido del modo en que lo has hecho.



Perdona mamá no quiero que te enojes por lo que dije. Lo siento de verdad.



Pero Jorge, no seas tonto. En vez de hacerme enfadar te diré que tus palabras me hacen sentir halagada. Que un muchacho joven como tú me diga esas cosas me llena de satisfacción.



Mamá tienes los pechos más bonitos que jamás he visto. Eres la mujer más guapa de toda la playa.



Aquellas palabras de mi propio hijo me hicieron subir mi perdida autoestima. Hacía tiempo que no recibía las atenciones de mi esposo y la verdad es que necesitaba compañía masculina. Tal vez en aquella isla la consiguiera…….



Miré disimuladamente a través del rabillo del ojo y pude ver con regocijo el bulto que se apreciaba debajo del bañador de Jorge. Aquello hizo que por primera vez me fijara en él no como mi hijo sino como un hombre. Se había excitado viendo mis desnudas curvas. Aquel descubrimiento también me puso alerta y estimuló mis sentidos haciendo que me subiera un calor a través de mi entrepierna. ¿Y si mi tan ansiada necesidad de compañía masculina no se hallaba realmente tan lejos como imaginaba? Seguramente me consideréis una loca por albergar aquellos pensamientos impuros con mi hijo pero cuando el cuerpo te pide caricias y amor la razón queda en un segundo plano. Debía tratarlo con sumo cuidado para no echarlo todo a perder. Al fin y al cabo era un chico de 20 años y lo peor de todo es que era mi propio hijo.



Tras unos días en los que Jorge se habituó a observar mi desnudo cuerpo, una noche tras un turbulento sueño me desperté de madrugada y ví que mi hijo no se encontraba en su cama. La luz del baño estaba encendida y la puerta levemente abierta. Escuché pequeños gemidos y al momento imaginé lo que pasaba. Me levanté de la cama sin hacer ruido y me acerqué descalza hasta la puerta del baño. Me quedé con la boca abierta al ver a través de la rendija de la puerta como Jorge se masturbaba lentamente mientras mantenía los ojos fuertemente cerrados disfrutando de sus propias caricias. Mi mirada se quedó fija en el grueso y duro miembro que sujetaba mi hijo con su mano. Se trataba de un pene de cerca de veinte centímetros pues la mano de Jorge apenas podía abarcarlo por completo. Debo reconocer que me humedecí ante dicha imagen y tuve que llevar la mano hacia mi empapada entrepierna en busca de alivio. Mi hijo fue aumentando el ritmo de sus caricias hasta alcanzar una rapidez endiablada corriéndose al fin en la taza del baño lanzando espesos goterones de semen. Corrí hacia la cama para que Jorge no me encontrara espiándole y esperé hasta que salió del baño y se metió en su cama durmiéndose al poco rato. Al oir como dormía no pude menos que masturbarme imaginándome en brazos de mi hijo chupándole su magnífica y vigorosa polla y siendo follada por la misma de manera salvaje.



Tras aquella noche se instaló en mi mente el deseo de acostarme con Jorge. Aquel demonio no me dejaba vivir. Me encontraba excitada a cada momento. Los cuerpos desnudos de la playa hacían que me humedeciera a cada instante. Por las mañanas o después de volver de la playa me masturbaba como una loca en la ducha imaginándome acompañada por alguno de aquellos jóvenes y no tan jóvenes que exhibían sus desnudas entrepiernas.

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Especialmente quedé prendada con un joven mulato de unos treinta años que poseía la verga más enorme que jamás había visto. Aquella mañana había ido sola a la playa pues Jorge se quedó en el hotel pues no se encontraba bien. Así pues llevaba una media hora tomando el sol cuando al abrir los ojos y levantarme ví a treinta metros de mí a una pareja besándose de forma sensual. Se trataba de un estupendo mulato con un cuerpo sin un gramo de grasa y de una jovencita de pelo corto y rubio platino que no tendría más de veinte años. La muchacha le ofreció a su acompañante su lengua juguetona mezclando ambas en un beso enloquecedor. Aquel mulato empezó a chuparle el cuello dándole fuertes chupetones con los cuales logró arrancar a su acompañante sonoros suspiros de placer. Por su parte ella no perdió el tiempo y alargó su mano hasta alcanzar la enorme entrepierna de aquel muchacho masturbándole con delicadeza. Observé como aquel espléndido espécimen fue aumentando de tamaño entre las manos de aquella jovencita adquiriendo unas dimensiones realmente descomunales. Aquello mediría al menos veintitrés centímetros y era enormemente gruesa. Aquel guapo muchacho se tumbó boca arriba sobre la arena ofreciendo su instrumento a su compañera la cual la acogió entre sus labios iniciando una mamada de película. Se la comía con lentitud recreándose en cada uno de los puntos de aquel grueso ariete. Subía con su hambrienta lengua y bajaba hasta llegar a sus cargados huevos. El mulato agarró el cabello de su amiga con las manos aproximándola con fuerza a su entrepierna obligándola a chupar con ganas.



Me levanté con dificultad y me aproximé a ellos preguntando a la muchacha si podía participar del festín. Ella extrajo de su boquita aquel desafiante pene y sonriéndome me lo entregó para que saciara mi voraz apetito. Lo engullí de un solo bocado llenándome toda la boca con lo cual me produjo unas fuertes arcadas así pues tuve que deshacerme de aquella polla empezando a lamerla con mayor frenesí y tranquilidad. Cada vez que expulsaba aquella soberbia verga del interior de mi insaciable boca allí se encontraba mi compañera para brindarme sus cálidos labios los cuales se unían a los míos besándonos con suavidad. Jamás había tenido tendencias lésbicas pero debo reconocer que recibí aquella invitación con gran placer. La primera vez que aquella morbosa chiquilla juntó su húmeda lengua a la mía no sentí ninguna repulsa sino que acepté de inmediato entregándome al goce con el que me obsequiaba aquella encantadora viciosilla.



Agarramos por turnos aquel fabuloso mástil que nos apuntaba orgulloso e iniciamos una succión del miembro perfectamente sincronizada. Cuando yo abandonaba aquella oscura banana la recibía mi amiga al instante chupando con decisión y ayudándose con su mano. Aquel enorme mulato gemía de placer con el tratamiento que le dispensábamos. El tratamiento fue creciendo en intensidad hasta lograr que el cuerpo del muchacho vibrara de emoción hasta estallar en una caudalosa explosión de semen con la que nos obsequió llenándonos la cara, la barbilla y los pechos.



Tras aquel tórrido encuentro volví al hotel al mediodía y me encontré a Jorge descansando tumbado en el sofá mientras veía la televisión. Comimos con rapidez y me metí al cuarto a echar la siesta. Necesitaba recuperarme de las anteriores sensaciones. Mi mente aún se mostraba inquieta recordando lo sucedido en compañía de aquella pareja. Me hubiera gustado haber follado con aquel varonil mulato. Haberme sentido plena con aquella robusta verga en el interior de mi vagina. Estaba segura que me hubiera destrozado por dentro. Debía sofocar el calor que invadía todo mi cuerpo.



Al levantarme de la siesta le dije a Jorge que se vistiera y me acompañara al pueblo a comprar algun que otro regalo que me habían pedido las amistades más cercanas. La verdad es que no quería comprar muchas cosas para no llevar demasiado peso en el viaje de vuelta. Estuvimos callejeando unas dos horas hasta acabar en un pequeño y escondido bar donde tomamos unas refrescantes cervezas. La verdad es que las necesitábamos pues hacía un calor asfixiante.



Volvimos a la habitación sin ganas de quitarnos la ropa por lo que nos pusimos a ver la tele uno al lado del otro. Yo llevaba el vestido de tirantes de color verde esmeralda que me había puesto aquella tarde. Era corto pues la tela me llegaba a medio muslo y un tanto escotado mostrando el inicio del canalillo de mis senos. Jorge llevaba un polo azul marino y unos tejanos desgastados. Mi hijo empezó a zapinear con el mando hasta parar en una película de intriga cuya trama parecía interesante. Ibamos comentando la película hasta que llegó a una escena bastante subida de tono con lo que ambos quedamos súbitamente callados. La escena de amor entre ambos actores era un tanto explícita con lo que me excité un poco con las imágenes que veía. Según observé a mi hijo le pasó lo mismo pues pude ver como se mostraba un tanto nervioso. La escena duró unos dos minutos pero fueron suficientes para que ambos nos agitáramos. Apoyé la cabeza en el hombro de Jorge y éste pasó su brazo por encima de mi hombro recogiéndome como si fuerámos dos enamorados. El silencio se cortaba con un cuchillo. Necesitaba compañía masculina, con lo de aquella tarde no había tenido bastante. La secuencia de aquellos dos actores retozando entre las sábanas hizo que mi vulva se empapara sin remedio. Apoyé mi mano en el muslo de Jorge el cual brincó del susto que se pegó.



Pero mamá ¿qué estás haciendo? ¿Es que te has vuelto loca?



Jorge cariño, te lo suplico, no me desprecies. Hace tiempo que tu padre no me hace caso y necesito desahogarme con alguien.



Coloqué mi mano nuevamente sobre el muslo de mi hijo y fui subiendo peligrosamente a lo largo del mismo para volver a bajar cuando ya estaba a punto de alcanzar mi objetivo. Le entregué mis labios para que los besara y al mismo tiempo aprovechó para llevar su mano a la parte baja del vestido tratando de subir la tela hacia arriba. Agradecí su caricia y abrí mis piernas facilitándole el acceso a mi ardiente entrepierna. Escuché la respiración entrecortada de Jorge el cual se situó entre mis piernas y con las manos apartó a un lado mis braguitas dejando aparecer mi mojada vulva.



Comételo mi niño, es todo tuyo. Dáme placer, necesito que me hagas correr.



Jorge empezó a rozar con la punta de la lengua mi inflamado botón arrancándome aullidos de satisfacción. Me entregaba a él sin pensar en nada más, en esos momentos no existía mi esposo, tan solo el placer que pudiera proporcionarme mi hijo. Lamió y chupó mi clítoris a un ritmo endiablado hasta lograr hacerme explotar en dos ocasiones entregándole mis jugos los cuales chupó sin descanso hasta dejarme el coño seco.



Ahora me toca a mí. Siéntate en el sofá y disfruta.



Le despojé de los molestos tejanos y cogí con fuerza su verga adorándola con la mirada. Iba a comerme la polla de mi hijo y quería darle el mayor placer posible. Descapullé la cabeza tirando la piel hacia abajo y su bálano apareció altivo y arrogante en busca de las caricias que en breve recibiría. Me lancé a por él como si estuviera poseída y lo tragué hasta el fondo golpeando mis labios con sus huevos. Lo extraje con lentitud y lo chupé y chupé con plena dedicación buscando hacer aquel momento algo único.



Así madre así, no te pares. Dios es fantástico, que bien lo haces.



Mamé la polla de mi hijo hasta conseguir que mostrara un aspecto amenazante. Jorge gimoteaba totalmente entregado a mí. En aquellos momentos no era dueño de su cuerpo sino que éste me pertenecía por completo. Pensaba follarlo y que me follara hasta que ambos dijéramos basta.



Me puse boca arriba con las piernas bien abiertas animándole a penetrarme. Jorge no se hizo de rogar y se tumbó sobre mí en posición del misionero entregándome su músculo hasta el fondo. Emití un leve gemido al recibir su ardiente masculinidad. Crucé ambas piernas por detrás de sus nalgas ayudándole en la penetración. Clavé mis uñas en sus hombros al tiempo que jadeaba de emoción gozando del pene de mi querido hijo. Por fin se había hecho realidad mi deseo tan escondido. Quedamos unos breves instantes quietos gozando de la cópula y empezamos a movernos acompasadamente follando con lentitud. Jorge introducía la totalidad de su miembro hasta el fondo para volver a sacarlo por completo y volver nuevamente a hundirse en mi interior. Me follaba con tranquilidad, sin prisas. Le apreté con energía de las nalgas para que me llegase hasta el final.



Fóllame cariño, así Jorge así. Sigue follándome de este modo. Me encanta.



¿De verdad te gusta madre? Quiero hacerte feliz y que goces al máximo. Tu también me haces muy feliz.



Le apreté con fuerza contra mí ayudándole en los movimientos que ejercía sobre mí. Jorge entraba y salía de mi interior provocándome un placer tremendo. Le hice salir de mi vagina y nos levantamos buscando un mejor acomodo. Jorge me apoyó tumbada en la amplia mesa del dormitorio bien abierta de piernas esperando sus acometidas. Mi hijo escupió sobre mi estrecho agujero posterior arrancándome leves gemidos de placer.



Jorge mi niño, ¿quieres follarme el culito? Abrémelo bien, deseo tenerte dentro de mí.



Se colocó entre mis apretadas nalgas buscando su tan ansiado postre. Tuvo que ponerse de puntillas para hacer coincidir su enorme monstruo con mi lubricado agujero anal. Presionó con suavidad tratando de abrirse camino logrando que mi oscuro conducto se fuera dilatando acogiendo centímetro a centímetro aquel grueso ariete hasta introducir su enorme cabezota. Lancé un fuerte aullido al notar la entrada de aquel joven y vigoroso instrumento. Quedamos quietos unos instantes gozando de la unión de nuestros respectivos cuerpos. Jorge empezó a cabalgar sobre mí adquiriendo a cada momento mayor facilidad en su follada. Le ayudé en sus embestidas lanzando mis ardientes posaderas hacia atrás hasta sentir el golpeteo de sus huevos contra mí.



Así, así, muy bien. Sigue así, cariño. Lo haces muy bien. Sigue follándome así. Dios, que bueno es esto. Me encanta tu polla. Me duele pero es fantástico.



Muevete tu también madre. A mi también me gusta follarte. Es el mejor culo que he visto nunca. Me siento apretado por tu estrecho agujero, que bueno, síííííí.



Empezamos a movernos cada vez más deprisa hasta alcanzar un ritmo endiablado. Mi hijo me agarró del cabello lanzándome hacia atrás hasta apoyar su sudoroso pecho en mi espalda. Noté su esforzada respiración sobre mi oído. Jorge respiraba con evidente dificultad mientras me follaba sin tomarse un momento de descanso. Yo me quejaba con los empellones que me propinaba. Se metía dentro de mí hasta llegar al fondo golpeando mis nalgas con sus colgantes. Mientras me follaba el culo sin parar Jorge aprovechó para dirigir su mano hacia mi encharcado coñito. Me masturbó con fuerza haciéndome correr en dos ocasiones. Por su parte mi hijo seguía martilleándome a ratos con rapidez y otras veces más despacio tomándose algún que otro descanso.



Jorge, córrete de una buena vez, no aguanto más. Lléname el culo con tu caliente y espesa leche. Dios me corro otra vez.



Sí voy a llenarte de leche tu estrecho agujerito. Tienes un culo encantador que me vuelve loco.



Empezó a follarme a gran velocidad al tiempo que agarró con una de sus manos uno de mis senos masajeándolo con firmeza. Me eché hacia atrás con dificultad apoyando mi espalda en su pecho ofreciéndole mi cuello para que lo lamiera a su antojo. Volví a caer desmayada sobre la mesa apoyándome con fuerza sobre mis manos. Mi querido hijo embestía contra mí cada vez más rápido hasta alcanzar un ritmo frenético que acabó en el tan deseado orgasmo de ambos.



Córrete sí, córrete en mi culito. Llénamelo de leche. Me llenas por completo, es fantástico, sííííí.



Jorge quedó derrengado sobre mi sudorosa espalda respirando con evidente dificultad tras aquel combate que habíamos mantenido. Volvió a hacerse con mi cuello y mis orejas arrancándome escalofríos de placer. Aquella fue la única ocasión que estuve en brazos de mi joven hijo pues al poco tiempo encontró una muchacha con la que empezó a salir. Sin embargo aún recuerdo aquel tortuoso encuentro con agrado y satisfacción y debo reconocer que me gustaría repetirlo…….

Un cuento de hadas

-"¡Maldita sea!. Quiero ése equipo funcionando mañana mismo, señorita. De lo contrario, el siguiente trabajo de mantenimiento lo hará en compañía de pingüinos en el Polo Sur"-.

- "¡Gilipollas!. No eres más tonto porque no te entrenas". Pensaba Clara, cuidándose mucho de no demostrar el infinito "aprecio" que sentía por el comandante Rodríguez.

Cuando fichó por una empresa líder en telecomunicaciones, nunca se hubiese imaginado trabajando como técnico civil en una base aérea. Tendría que estar en un despacho, en un edificio inteligente, en pleno centro de Madrid, Barcelona o Valencia, codeándose con ejecutivos…mejor ejecutivas y no en éste páramo perdido del cuadrante noreste de la Península, rodeada de milicos con exceso de testosterona. ¡Mierda!.

Al levantarse por las mañanas, le gustaba la imagen que le devolvía el espejo: 32 años, una técnico cualificada, buen tipo, con una carita de niña traviesa en un cuerpo que era la envidia de sus amigas y lesbiana militante. Tendría que ir pensando en mover los hilos para volver a residir en un sitio civilizado. "Otros seis meses aquí, a dieta de sexo rigurosa, y me corto las venas".

"Venga, Clarita, piensa un poco y haz que el mamón se la envaine".

El problema era peliagudo. Los equipos de radar de la base habían dejado de estar operativos el día anterior, la revisión en busca de alguna pieza defectuosa no había dado resultado y el eco que devolvía la pantalla, daba a entender que se había montado otra estación a escasos 500 m de la base. Pero no había ninguna, eso estaba claro.

Clara tuvo una idea. Un piloto le había contado una vez cómo se destruían las estaciones de radar de los serbios, durante el conflicto de Kosovo: "Dejas que los cabrones te localicen, les sueltas un pepino guiado y la puta bomba se guía sola con las ondas de radar hasta dar en el blanco. Sencillo, ¿no?". Luego tuvo que pararle los pies al audaz guerrero, con un rodillazo en los huevos.

Tendría que emplear todos sus encantos de seducción para conseguir que le firmaran el papelito con el que sacar del almacén el equipo portátil de microondas que necesitaba.

El aparato la guió hasta la zona que ya había investigado la patrulla, el día anterior. Tenía que haber algo. Y grande, por la potencia de la señal.

"Esto es de locos. Aquí no hay nada". Pero no se rindió. Volvió a calibrar el aparato, ajuntándolo con precisión, hasta reducir la zona de búsqueda a un cuadrado de 100x100 m.

Rastreó la zona como un sabueso en busca de un hueso, investigando cada rincón, apartando la maleza. Hasta que localizó un pequeño cráter, escondido tras unos arbustos.

La tierra removida indicaba un impacto reciente. "Esos mamones no lo han localizado". Se coló dentro y removió el fondo hasta tropezar con un objeto duro, en forma de pera, de unos 50 cm de diámetro en la base y una altura de 75 cm, rematado por una pequeña cúpula. Era imposible determinar que clase de artefacto era aquel, con la superficie carbonizada debajo de una costra de barro duro.

Decidió volver a enterrarlo, eliminando toda señal del cráter y señalizando el lugar con unas piedras. Cuando saliese de trabajar, recogería el artefacto y lo llevaría a casa para estudiarlo con calma. Le parecía que podía ser importante y no quería dejarlo en manos de una pandilla de milicos descerebrados.

Lo limpió de barro, intentando eliminar la costra carbonizada sin ningún resultado. Lo midió y pesó. Lo estudió con un escáner –otro préstamo de la base- y volvió a medir con el equipo portátil la emisión de microondas: Nula. "¿Qué estaba pasando allí?". Una débil emisión electromagnética era el único signo que le indicaba que aquello era algo más que un cagallón de dinosaurio. Frustrada, terminó por colocarlo sobre la mesa baja del salón.

Se inventó una peregrina explicación para zanjar el incidente, que los milicos aceptaron sin tener ni puta idea de qué hablaba, y todo volvió a la normalidad. Un informe técnico era algo que no despertaba el entusiasmo de los mandos de la base.

Al cabo de una semana, Clara dejó de obsesionarse por su descubrimiento. Seguían presentes los interrogantes, pero sólo a nivel inconsciente pensaba en ellos. Aquello no era un comportamiento habitual en ella. Si algo la preocupaba, lo analizaba con espíritu crítico, dándole mil vueltas hasta encontrar una explicación razonable y basada en pruebas. Y no le gustaba nada llenar la casa de trasto inútiles.

Mientras tanto, soñaba con antiguas amantes. De haber estado despierta, podría recordar el nombre de la mitad de ellas; el resto eran fantasmas del pasado. Pero los sueños tenían un realismo impactante, excitante. Se despertaba sudando, cachonda perdida, recordando cada detalle y en un estado febril que sólo lograba mitigar masturbándose furiosamente bajo la ducha. Aquello tampoco era normal.

Pensó en entregar el objeto a la universidad. Lo pensó mejor y lo descartó. Intentó tirarlo a la basura y no pudo.

Decidió volver a enterrarlo en el mismo lugar dónde lo había encontrado, pensando estupideces sobre espíritus cabreados por haber profanado su santuario.

Y volvieron a producirse anomalías en los radares.

Aquella noche de viernes, sentada en el sofá, sólo miraba el misterioso objeto. Se había pasado con el vodka y la ducha no le había servido de mucho…mañana tendría una horrorosa resaca. Volvió desnuda al salón, algo la atraía. Volvió a ensimismarse mirando el misterioso objeto y se durmió.

Clara se despertó soñando. Un sueño maravilloso. Unas pequeñas hadas, de pequeña soñaba con hadas, revoloteaban a su alrededor, acariciando su piel desnuda con las alas, posándose sobre ella sin sentir su peso, bañándola en una lluvia de polvo de oro.

Las sensaciones eran exquisitas. Jamás la habían acariciado con tanta dulzura. Su cerebro era incapaz de procesar todos los deliciosos matices que aquellos pequeños seres provocaban en todos, absolutamente todos, los terminales nerviosos de su cuerpo.

Se tocó por un instante, y sus dedos se pringaron con una cascada de flujo que manaba y goteaba.

Notó una ola de fuego creciendo en su interior, llenándola y creyó reventar de placer. Un terremoto que conmovió cada fibra de su cuerpo, con sacudidas intermitentes a modo de réplicas. Un orgasmo celestial.

¡Pero no soñaba!. Simplemente, se negaba a creer lo que sus ojos le mostraban: cuatro diminutas hadas, bellísimas, que ahora giraban en torno a su cabeza, mirándola a ella como sorprendidas…y el extraño objeto abierto sobre la mesa.

"Estoy para que me encierren. Ahora despertaré y se habrá acabado el cuento". Pero sabía que no, que ya estaba despierta. Y para confirmarlo, decidió verbalizar los confusos pensamientos que se atropellaban en su cerebro, buscando afirmarse en su propia voz.

-"¿Quiénes sois?. ¿Qué queréis de mí?. ¿Conocéis a un tal ET?. ¡Ja, ja, ja!"-.

No contestaban. Al menos, no con palabras. Pero tenía que admitir que existía algún tipo de comunicación. Aquellos seres le transmitían paz, bienestar y confianza. Podía confiar en ellos. ¿Telepatía?. "¡Qué más te da, tonta!. Y si vuelven a repetir lo de antes, creeré en meigas, trolls, faunos, sátiros y toda la corte celestial mitológica, lo juro".

La noche fue larga. Respondiendo a sus deseos, la indescriptible experiencia se repitió una y otra vez hasta el amanecer, dejándola exhausta. Pero pudo dormir con una sonrisa de felicidad en los labios, olvidada hacía tiempo.

Se despertó tarde. El sol se filtraba por las cortinas de la ventana, creando una atmósfera irreal. Se tocó los pechos y descubrió, sorprendida, que aún tenía los pezones duros. Seguía estando cachonda. "Serás golfa, Clarita". Apenas le dio tiempo a pensar nada más. El baile comenzaba de nuevo, con las hadas revoloteando alrededor de la cama.

Tendría que inventar alguna excusa ante los vecinos, cotillas, como todos los vecinos. Un pensamiento vagamente coherente, mientras aullaba como un animal entre espasmo y espasmo. Retorciéndose en la cama, mordiendo la almohada hasta desencajarse las mandíbulas, en un vano intento de dejar de chillar.

Le gustaría sentir algo más físico, real, no sólo la excitación de sus terminales nerviosos. Unas manos amasando sus pechos, acariciando los pezones, congestionados y a punto de reventar. Una lengua deslizándose por sus chorreantes muslos, con intenciones perversas y…

¡Sentía las manos!. Si cerraba los ojos, no podría jurar que aquellas manos no eran reales. Ocho manos. Juguetonas y sabias.

¡Y qué lenguas!. Cuatro bocas, chupando, lamiendo, mordiendo, cada una con una lengua de fuego, llegando a puntos imposibles de alcanzar.

Cuando terminó la sesión, por puro agotamiento, había anochecido. Su cama era el campo de una batalla homérica, regada con su flujo.

El domingo se obligó a levantarse sin pensar en sus nuevas amigas. Tenía que hacer acopio urgente de provisiones. De camino al drugstore, decidió que no sería una compra de fin de semana. Mejor una compra para una semana o dos, hasta llenar el maletero y los asientos traseros del coche. Si esas diablillas comían como follaban, comerían igual que leonas.

Una cosa llevó a la otra y acabó haciendo una llamada a la base: "Si, fatal. He comido algo en mal estado y estoy que me quiero morir. Me voy en tren a Madrid. Quiero que me hagan unos análisis. Llamaré la semana próxima. Dile al comandante que no se preocupe". Todo ello dicho con voz de ultratumba a un sorprendido cabo de guardia.

Ya está. Ahora, desconectar el teléfono, apagar el móvil, sacar un billete de tren que no pienso usar, bajar las persianas…y chillar bajito. Ya le diré a Marga que me mande un historial clínico de haberme librado por los pelos de un colapso digestivo.

Al entrar en el apartamento, ni se preocupó de vaciar las bolsas, estaba pensando en otra cosa: dos horas sin correrse, una barbaridad.

Los días siguientes los dedicó a la experimentación:

¿Cuántos orgasmos seguidos era capaz de aguantar antes de perder el conocimiento?: 18. Nunca fue multiorgásmica.

¿Cuántas veces podía perder el conocimiento en un día?: 4.

Siendo como era lesbiana pura (jamás había tocado ni chupado una polla, ni mucho menos se la habían metido)

¿Podría ser capaz de experimentar una penetración?: ¡Si!.

¿Podría llegar a gustarle?: ¡Joder, siiiiiiii!.

¿Y una doble penetración?: ¡¡¡Si, si, si…..si!!!.

¿Y algo más contundente que una polla?: Lo que sea. Por delante y por detrás. Hasta un barril.





Días después, -ya no recordaba, ni le importaba, en qué día vivía- tuvo conciencia de haber perdido el control de sus actos y sus pensamientos. Se había convertido en yonki de una droga maravillosa, pero tendría que pagar un precio. Siempre hay un precio.

Las hadas seguían proporcionándole placer, demasiado placer; pero se habían vuelto quisquillosas con la dieta. La obligaban a comer continuamente. También empezaron a mostrarse un poco bruscas. No le gustaba que la mordiesen, pero las marcas de sus dientes, finos como agujas, cada día eran más numerosas en su piel.

Empezó a temer al sueño. De los sueños cachondos de los primeros días, cuando aún no habían aparecido las hadas, paso al sueño sin sueños de los agotadores días que siguieron a su aparición; y de ahí, a los sueños llenos de visiones de los últimos días. Visiones aterradoras.

Se veía a sí misma como una abeja reina, portando miles de huevos. Sólo que no ponía huevos, les prestaba su calor, los empollaba en su interior, se alimentaban de ella.

Poco después, su cuerpo empezó a deformarse con grotescas formas: una especie de bubas, del tipo que se describían en las crónicas medievales de la peste. Las hemorragias eran frecuentes.

En la última fase de su transformación, las hadas -, ahora ya no las veía como tales, pequeños demonios-, dejaron de recurrir a las visones. Le hablaban directamente a su mente. Era inútil taponarse los oídos. Había servido a sus propósitos y querían que supiera…

"De todas las formas de vida existentes en el universo, la nuestra es la más evolucionada. A nivel individual, somos organismos unicelulares, con capacidad para asociarnos y formar cualquier tipo de estructura multicelular. Podemos adoptar cualquier forma imaginable, desde la más básica a la más compleja. Pero lo que nos hace únicos es nuestra consciencia: formada por todos y cada uno de nosotros y, por tanto, común a todos.

¿Cuál es tu papel en todo esto?: Ya lo intuyes. Eres una incubadora. Apenas faltan unas horas y debes saber. Morirás, pero habrás cumplido tu función. Y dentro de unos meses, toda tu especie habrá desaparecido del mismo modo.

¿Tiene algún sentido todo esto?: Lo tiene. No esperamos que estés de acuerdo. Pero tienes que comprender. No somos seres de otro planeta. De hecho, somos seres de todos los planetas. Guardianes de la vida. Puedes considerarnos como una especie de linfocitos. Eliminamos los virus que suponen una amenaza para éste o para cualquier planeta vivo. Y el virus a erradicar sois vosotros: os habéis convertido en un cáncer.

¿Por qué adoptamos forma de hadas?: Soñabas con hadas, ¿no es cierto?. Y ansiabas el placer. Complacemos a nuestros anfitriones.

Comprendes, ¿verdad?. Ahora, desconectaremos tu mente. La hora se acerca y los síntomas no son agradables. Así es mejor".

Clara comprendió. No estaba de acuerdo, pero comprendió.

Al menos, haría realidad su más íntimo deseo: ser madre.


Testigo de la hermosura 20: punto y aparte

-Nos vamos a pasar la noche follando- afirmaba inconscientemente Oriol, sentado frente a Jordi en un rincón de la sala de juegos.

El bello nadador no le hacia mucho caso. Su mirada se perdía en el fondo de la pantalla del televisor. Ray manipulaba con gran dominio una máquina tragaperras mientras yo recogía los envases de las cervezas que habíamos tomado.

La languidez se había apoderado de nosotros tras una opípara cena. La sombra de la despedida merodeaba sobre nuestras cabezas, y todos intentábamos alejarla fingiendo optimismo.

-¿Cómo lo arreglaremos? –inquirió Jordi, de repente.

-¿Qué hay que arreglar? –pregunté.

-Lo de esta noche. Nos hemos quedado sin la habitación de Lalo.

Sólo escuchar el mágico nombre de nuestro compañero de fatigas Oriol lanzó un suspiro. Yo no pude esconder mi preocupación.

-No ha llamado todavía. Ni siquiera ha mandado un mensaje.

-Llámalo tú –intervino Ray, atento a la conversación a pesar de todo.

Agarré el móvil y marqué su número. Ya lo había intentado cuatro veces antes de aquella. El mismo resultado. Sin respuesta.

A última hora de la tarde se había nublado el cielo. Ya sólo faltaba que el clima también se pusiera mortuorio.

Seguía haciendo calor, pero se había levantado un viento algo molesto. Entraron tres personas a la sala. Jordi me hizo un gesto imperceptible señalando al enano. Ya sabía lo que quería decir. Le indiqué que no se preocupase. Salí al vestíbulo. Mi hermana recogía sus cosas y se disponía a pasar por la cocina. Habían encargado dos docenas de picnic para el día siguiente. Le comuniqué mi preocupación y me respondió con una sonrisa y una llave. La miré y se me contagió la sonrisa. Los niños estarían contentos.

Lancé la llave sobre la mesa. Jordi protestó con un gesto mi falta de discreción. Volvió a señalar al pequeño. A mí no me preocupaba el pequeño. Había llegado la hora de hablarle claro.

-Oriol.

-¿Has visto? ¡Es la llave de la habitación de Lalo! Eso es el destino.

-Sí, es la llave de la habitación de Lalo.

-Vamos allí, a ver si aún huele un poco a su tremenda polla. O a sus huevos.

Ya se levantaba, y Jordi lo contuvo.

-Oriol, tenemos que hablar –intervine-. De hombre a hombre.

-Me temo lo peor. Me vas a decir que esta noche no hay sexo.

-¿Es que no te cansas nunca? –saltó ofendido mi chaval.

-De momento, no. ¿Qué tiene de malo?

-Nada, jefe. Pero esta noche tiene que ser de ternura.

-Bueno. Es lo mismo pero sin clavarla, ¿no?

Ray soltó una carcajada desde la máquina. Si él lo había oído también las otras personas que estaban en la barra. Por fortuna eran franceses.

-Vámonos arriba.

-Luego subo. ¿Dónde estaréis? –preguntó el musculoso.

-En la antigua habitación de tu amante.

El intruso abandonó durante un momento los mandos de la máquina para levantarme un dedo.

Repartidos por la recámara del madrileño nos quedamos mudos. Miramos los muebles y, sin ponernos de acuerdo, respiramos el vacío. La habían limpiado, pero nos parecía encontrar los aromas masculinos del chaval.

-Venga, cuéntame los planes que tienes –solicitó el pequeño son muchas ganas.

-Verás…

Me interrumpió un aviso de SMS. Miré la pantalla. El número no me era conocido. Lo leí. Era de Lalo. Pedía disculpas por no haber llamado, decía que su padre se había puesto borde y que estaba bien y nos echaba de menos. Anuncié la novedad a los cachorros y quisieron leer personalmente el mensaje.

-¿De quién debe ser este número? ¿De su madre?

-Si su padre se ha puesto borde quizá le ha retirado el suyo.

-Es un cabrón –sentenció Oriol-, se tarda más en mandar un mensaje que en llamar.

-¿Y si no tiene ganas de hablar con nosotros? –dudé.

-¡Cómo no va a tener ganas!

-Porque no le gustan las despedidas. Hablar ahora nos pondría a todos seguramente más tristes de lo que estamos.

-Tenemos que hacer que nos invite a su casa.

-Volvamos al tema –protesté-. Bueno, pues Jordi y yo tenemos que pedirte un favor. Nos gustaría disponer de esta última noche para estar solos.

Esperaba algún comentario al estilo de "Cabrones, me queréis echar", pero no llegó. El chavalín se había quedado mudo. Bajó la vista y luego respondió.

-Está bien. Jordi, ¿a qué hora te marchas tú?

-Después de comer. ¿Y tú?

-Creo que por la mañana, temprano-respondió el menor con tristeza-. El puto autobús sale a las 7:30.

-Si no fuera porque en el deportivo no cabéis el equipaje, tú y tu madre… -insinuó Jordi.

-O la puta de mi vieja se podría sacar el carné –concluyó el menor-. Tenemos que ir a Huesca, de Huesca a Lleida y de allí a Barcelona en tren. Vamos a llegar que será ya de noche.

Llamaron a la puerta.

-Oye, jefe, a tu madre le van las pollas un montón, ¿no? –preguntó Ray sin esperar a estar dentro.

-¡Menos que a mí! –respondió el pequeño, recuperando por un momento el sentido del humor.

-Me ha sobado cantidad –continuó el musculoso-. Para hablar no hace falta acercarse tanto, y menos restregarse de esa manera.

-¿Qué te decía?

-Me preguntaba si me quedaba en el hotel. Yo le he dicho que no, que me iba contigo a Andorra. Me ha interrogado sobre los horarios y… sin darme cuenta me ha liado. Total, que ella y este mocoso se vienen con nosotros hasta la Seu, donde pueden coger el autobús de la tarde que va directo a Barcelona.

-¡Cojonudo! Me voy con vosotros.

-Quédate quieto que ahora entiendo por qué eres tan pegajoso. Iremos en dos coches. Vosotros en el de Sóc.

-No, yo quiero ir contigo- y se lanzó de nuevo a abrazar su cintura.

-¡Una polla!

-Jordi, vas a ser el último en abandonar la nave –dijo Oriol.

-Bueno.

Esta palabra había sonado muy triste. Abracé al nadador y le acaricié el vientre suavemente, deslizando ligeramente la mano para rozar las suaves vellosidades nacientes en su pubis.

-Volvamos al tema. Decía que nos vas a dejar solos esta noche. Tú sabes que te queremos un montón, pero esta noche tiene que ser nuestra, ¿vale?

-Ya lo comprendo –el muchacho estaba desconocido-. La putada es que yo tendré que dormir solo en mi cama, y os echaré de menos… A no ser que…

-Conmigo no duermes –replicó Ray abiertamente-. Ni loco.

-Bueno, pues me haré una paja a vuestra salud. No, mejor, tengo unos calzoncillos de Lalo. Los oleré y me pajearé. Me haré cuatro o cinco pajas. Oye, Ray, ¡regálame unos slip usados!

Y así transcurrió la noche. Ray, en mi habitación, con la llave y el cerrojo echados, supongo. Oriol en su cama, dándose caña hasta la saciedad. Y nosotros… abrazados, apretando como si nos faltaran manos, sintiendo el contacto del otro por última vez en mucho tiempo. Hicimos planes para el otoño y para el verano siguiente, aunque no con mucho convencimiento. Jordi ignoraba que su destino estaba lejos, muy lejos, y yo no quería pensar en lo ingrata que es la distancia.

A pesar de que lo pactado era solamente el contacto de pieles, nuestros sexos se alzaban como valientes conquistadores. Jugábamos a no hacerles caso, a ignorar que nuestras bocas se morían por contener carnes ajenas, que nuestros miembros se morían por asediar terrenos pertenecientes a tierras prometidas. Las lenguas, en cambio, perseguían una comunicación integrada por mensajes pretéritos, códigos ancestrales que el amor inventó para ser compartidos.

Rodábamos a veces para buscar un pedazo de piel no usurpada aún. Nos lamíamos, nos acechábamos, nos separábamos una pizca para reencontrarnos y fundirnos en nuevo gesto de hospitalidad recíproca. Así fue cómo arrastré, casi inconscientemente, a Jordi para que se tendiera sobre mi cuerpo, boca arriba igual que yo. Pasé mi pene erecto entre sus piernas y me lo acaricié. Con la otra mano recorrí la exquisita geografía del muchacho, sus anchos músculos pectorales, su estómago fibrado y plano, su ombligo juguetón y refrescante. Con la lengua seguía rutas marcadas en su cuello, rastros que se habían repetido cientos de veces. De vez en cuando recordaba la suavidad de su pelo contrastando con su enmarañamiento disciplinado, y mis dedos se deslizaban entre los pelos buscando dar uniformidad a esa falsa desorganización.

Agarré su miembro y me sorprendió su vigor. Su cabeza descubierta se alzaba desafiante. Mojé mis dedos y le proporcioné un ligero masaje en la punta. Mi lengua y mis labios se confederaban para obtener placeres paralelos. Su espalda firme y esponjosa se deslizaba pacíficamente contra mi pecho. Sus nalgas reposaban tranquilas sobre mis ingles. Los pies se buscaban para que las rodillas y los muslos se encontraran también. Aprecié y adoré la calidez de sus huevos, que contrastaban de ternura contra la férrea hinchazón del miembro. En ese momento se la hubiera comido, pero no hay que abandonarse a los urgentes instintos.

De pronto alzó el trasero y agarró mi polla para conducirla al reino de las profundidades. Entró sin dificultad, entera, certificando la fuerza de la gravedad. Todo el dulzor de las entrañas de mi pequeño me acogía con delirio y casi me empujaba a iniciar la fricción, pero el resto del cuerpo que gozaba del contacto se resistía a abandonar el apareamiento. La mano izquierda seguía una ruta aventurera patinando sobre la piel melosa del niño: del cuello a los pezones, de los pezones al vientre, del vientre al costado, del costado a los muslos y camino de vuelta obligatorio. La derecha masturbaba mansamente el miembro querido, sin las urgencias de los amores ocultos, con el cariño de gozar de una pieza maestra.

Jordi flotaba sobre mi cuerpo, abandonado como en una siesta. Contenía mi estilete, pero no mostraba, de momento, la intención de saborearlo. Ladeó bruscamente la cabeza. Su elasticidad le permitió colocar su lengua a las puertas de mi garganta. Le acaricié el cuello, que me pareció demasiado tenso. Giró la testa hacia el otro lado y repitió la incursión. Saboreé esa lengua impúdica y esos dientes arrebatadoramente perfectos. Y se comenzó a mover. Abandonó mi boca para lanzar un par de gemidos y se lanzó a cabalgar sobre mi polla malintencionada. Compartí los movimientos reiterativos, buscando el recorrido máximo de la cogida. Suspiraba Jordi y yo gemía sobre sus oídos, lamía sus lóbulos y me concentraba en encontrar la armonía del ritmo, el acople perfecto. Cuando parecía que el clímax llamaba a la puerta de nuestros sentidos, parábamos un rato y nos decíamos palabras dulces. Sin salir de mi escondrijo acariciaba su esbelta anatomía con las manos actuando en una danza simétrica. Llegaba hasta los muslos y hacía escala en sus testículos, arrogantes y ardientes. Después llegaba a su pecho y su cuello, y al juntar las manos apretaba como si quisiera estrangularlo, pero él nada temía: sabía que pronto la estrechez se relajaría para dejar paso a una nueva y deliciosa caricia.

Volvíamos a la carga en unos minutos, pero no era una montura salvaje y arrebatada. Era la sabiduría de la madurez, el silencio de la cognición, el reposo de las lenguas fatigadas. Me clavaba en sus entrañas sin ansiedad, sin brusquedad, sin descortesía. Se insinuaba de nuevo la proximidad del evento y huíamos otra vez hacia la tranquilidad, para rescatar más tarde nuevos empeños y revolver obstinadamente perseverancias espontáneas.

Estuvimos enlazados muchas horas. El cansancio no aparecía, aunque sí la inquietud por las tres horas de conducción que me esperaban. Por fortuna, contaría con la colaboración de copilotos que podían velar por mi serenidad. Cuando nos separamos, los besos y las caricias mantuvieron encendida la llama del cariño, pero ambos teníamos un pensamiento compartido, a pesar de la sutileza de nuestro enamoramiento.

-¡Pobre Oriol!

-Es raro que se haya conformado tan fácilmente.

-¿Te imaginas que se hubiera colado y que estuviera aquí, excitado, contemplando nuestras escenas íntimas?

-He tomado todas las precauciones –aclaré-. Tengo las copias de las llaves.

-Seguro que lo ha intentado.

-No lo sé. Si ha habido algún ruido, estaba tan concentrado que no lo he escuchado.

-¿Qué hora es?

-Las cuatro.

-Llevamos cinco horas acostados. Sin parar. ¿Descansamos?

-¿No te gustaría abrazar al pequeño, ahora, entre nosotros?

-Me encantaría.

-Vamos a ver.

Tomé el móvil y llamé al número de su madre. Dejé que sonara tres veces y colgué. No habían pasado dos minutos y se oyeron unos golpes en la puerta.

-¡Abrid, que estoy en bolas!

Era verdad. El pasillo estaba desierto y el chaval no llevaba nada de ropa. Se lanzó sobre Jordi sin pensarlo dos veces.

-¿¡Eh, eh, calma! –reclamaba mi niño.

-¿Cuánto tiempo tenemos? –pregunto el enano.

-Nos levantaremos hacia las nueve.

-Bueno, yo me voy a las ocho. Mi madre ha puesto el despertador a las ocho y media.

-Muy bien.

-Y ya tengo pensado lo que haremos.

-Nada de sexo –exigió Jordi-; sólo ternura.

-Digamos que sexo tierno, o ternura sexual.

-A ver qué propones.

-Vosotros abrazaros como si fuerais amantes. Yo me escurro en medio… y ya está.

Su pequeño cuerpo no ofrecía impedimento para que mis brazos alcanzaran el pecho de mi amante. Echados de perfil, los tres nos restregábamos con serenidad sincera, conscientes sin embargo de que la excitación no tardaría en llegar. Mi sexo blando rozaba las piernas de Oriol, y mis labios se cuidaban de saborear su tierno pescuezo. Él, extrañamente sosegado, hacía lo mismo sobre la suave piel de Jordi, siguiendo con sus manos rutas por el tórax del nadador, chocando con las mías de vez en cuando. Estando así se nos ocurrieron algunos temas de conversación que afianzaron la ternura que respirábamos, pero se hacía tarde y debíamos dormir por lo menos algunas horas. Cuando el sueño nos vencía el Jefe se deslizó un poco más abajo, animando con la mano a que mi polla entrara en él. Fue sutil y delicado, amoroso y sensible. Mi miembro respondió a la provocación con una dureza inesperada. Un cuchicheo nos informó de la situación: una doble follada. El culo de Jordi había retrocedido y se disponía a ser receptivo. Nos encontrábamos nuevamente a las puertas del placer.

Armonizar los ritmos no es fácil, y más teniendo en cuenta la heterogeneidad de los ejecutantes, sobretodo en lo que se refiere a la masa corporal. Si yo quería meterla a fondo el empuje llegaba hasta Jordi, pero en el retorno la polla del enano abandonaba las tenues estancias y debía clavarse de nuevo. No siempre acertaba en el nuevo brío, así que tuve que ser menos ambicioso y conformarme en meterla a medias. Sin demasiado esfuerzo conseguimos compenetrarnos y sentir en profundidad el abanico de sensaciones que nos prodigaban los rozamientos. Poco tardamos en perdernos en el cosmos lejano y exótico de la culminación, jadeantes y extenuados, pero casi felices. Nuestra amistad trascendental y penetrante quedaba rotundamente rubricada, pero la distancia se interponía pocos pasos adelante, inciertamente amenazadora.

Nos refrescamos un poco y nos dispusimos a dormir, Oriol boca arriba repartiendo besos a un lado y a otro, contrastando alguna risa contenida con algún sollozo discreto, en medio de una conversación de susurros y caricias.

-¡Mi madre! –fueron las palabras que me rescataron del sueño.

Miré el reloj y pegué un salto. ¡Las nueve! ¡La madre de Oriol ya debía haber echado en falta a su hijito del alma!

-¡Mi madre me mata! –resoplaba el chaval-. ¿Cómo regreso yo a la habitación? ¡No tengo ropa!

A esa hora los pasillos del hotel ya debían estar concurridos. Intentar llegar sin ser visto era una estupidez. Además la habitación de Oriol se encontraba en otro piso, el recorrido era largo.

-¡Ponte mi ropa, tonto! –bostezó Jordi.

-¿Y tú, qué te vas a poner? ¿Tienes el equipaje aquí?

-Yo me podré una camiseta de Sóc, como tú el día que regresamos de la acampada.

-Eres un cabrón. Yo quiero verte el culo por el corredor.

-Tú tienes que largarte –me interpuse-. Tu madre debe estar haciendo la maleta y ya se debe haber dado cuenta de que no llevas ropa. Si se imagina que si hijo deambula por las noches sin ropa…

-Eso, le digo que soy sonámbulo y que me he despertado en el jardín…

-Invéntate una excusa más convincente. Dile que te has despertado temprano y que has salido a despedirte…

En el momento en que el pequeño salió de la recámara, Jordi se echó a mis brazos y nos fundimos en un beso largo y confortante. Cuando nos separamos noté humedad en sus mejillas, pero se giró bruscamente. No quería que lo viera llorar. Lo agarré por detrás, acaricié su cabello y besé su cuello. No dijimos nada. No hacía falta. Entonces unas gotas dispersas se escurrieron por su espalda.

La expedición estaba en formación en el aparcamiento del hotel: los dos coches en batería, las maletas cargadas en los vehículos, Oriol alborotando y metiéndose con Ray… Los padres del nadador habían acudido a la despedida. Fueron realmente amables y me pidieron explícitamente que no perdiera el contacto con su hijo. Me invitaron a visitar su casa, creo que sinceramente, una vez terminado el verano. Su hijo tenía la mirada perdida en algún rincón del suelo. Le di la mano para atraerlo y abrazarlo efusivamente. Sus padres sonreían. Ray, que lucía una indumentaria que resaltaba su musculatura, le dio la mano y le tocó amistosamente el bíceps izquierdo.

-La próxima vez que te vea quiero ahí más músculo, ¿vale, macho?

El muchacho sonrió, pero pronto volvió la vista hacia el suelo.

Ray salió disparado con su bólido. Yo esperé que montaran mis dos pasajeros y le lancé una última mirada tierna a Jordi. Los ojos se me nublaron bajo las gafas de sol. Un gesto, un pensamiento. Abordé el acceso a la carretera mirando por el retrovisor. Allí estaba él, petrificado, mirando al suelo. Sus padres habían desaparecido.

Oriol pasó el primer tramo del trayecto cantando. Su repertorio era extensísimo, y aunque comenzó con alegres canciones de jóvenes, terminó interpretando las piezas que habían configurado nuestro concierto. Aproveché para parlamentar nuevamente con su madre para recomendarle unas clases de música. La charla fue amena, y el pequeño calló para escuchar atentamente mis alabanzas y las reticencias de su madre. Paramos diez minutos para tomar un café y luego seguimos. Pensé que el chaval se había dormido, puesto que no lo veía por el retrovisor interno. Una manita recorriendo mi vientre y bajando atrevidamente me informó de la situación. Lo tomé como un juego primero, pero cuando buscó mi cremallera para bajarla le pegué un manotazo discreto. Lejos de rendirse, repitió las incursiones hasta que consiguió certificar mi erección. Su madre contemplaba el paisaje distraídamente. Lalo me había dejado casi sin música, así que no esperaba disponer de demasiada variedad para entretener al pequeño e impedir que continuara excitándome. Dediqué unos pensamientos al madrileño y a mi Jordi. Los imaginé jugando y sonriendo, olvidados ya los días que habíamos pasado juntos. Toqué el botón. Sonó un recopilatorio de Queen, nada más apropiado para la ocasión:

"Too much love will kill you
If you can't make up your mind
Torn between the lover
And the love you leave behind
You're headed for disaster
'cos you never read the signs
Too much love will kill you
Every time"

La mano seguía recortando la forma de mi polla. Abandonó el recorrido al llegar a los huevos para reaparecer en el elástico de los pantalones que calzaba esa mañana. Penetró con habilidad bajo la tela y palpó la humedad de mi capullo. Desapareció de improviso, pero no me costó demasiado imaginar que se había llevado el sabor de los líquidos preseminales a la boca. Era un pequeño cerdote. Pronto volvería a la carga.

En Pont de Suert hicimos una parada técnica. Ray nos esperaba en un bar de la carretera. Su coche nos había anunciado su posición. Algunos chiquillos merodeaban alrededor del vehículo, disfrutando de los detalles. Pensé si pedirle prestado el carro a mi musculoso amigo, si es que se confirmaba que atraía tanto a los jóvenes. Tomamos unos refrescos y nos relajamos un rato. La madre del enano comenzó a explicar historias de su vida de casada, y de cómo era de duro criar a un renacuajo como el suyo desde que murió su marido. Oriol desapareció nada más intuir el tema y Ray también me dejó en la estacada. Yo resolví la situación animando a la pobre mujer para que contara conmigo para las vacaciones de su hijo durante los años venideros. No pude evitar imaginarme al Jefe con quince o dieciséis años, con su cuerpo despampanante, su cabellera rubia y sus ojos azules incitando al personal. Me relamí conscientemente.

Cuando salimos, Oriol había convencido a Ray para que le dejara acompañarle. Sólo faltaba el permiso materno. La mujer lo pensó un rato sin decir nada, el rato que yo necesité para lanzar una mirada suplicante al culturista, que él entendió perfectamente.

-Mire, señora, hace años aprendí de Sóc algo importante: cuando conduces con niños como pasajeros debes extremar las precauciones y moderar estrictamente la velocidad. No llevaremos prisa.

De esta forma la señora pudo amenizar con sus charlas interminables el tramo de carretera sinuosa y desmantelada que tocaba hasta Pobla de Segur. Esperaba encontrar allí el llamativo vehículo de mi amigo, pero por lo visto había seguido hasta Sort. Eran casi las doce. En la gasolinera que se encuentra en la carretera de La Seu nos tropezamos. Él ya había repostado, y no esperó que yo lo hiciera para reemprender la marcha. Casi eché de menos la mano de Oriol recorriendo mi paquete durante el último tramo, que se me hizo interminable. Llegados a la ciudad, buscamos la parada del autobús que lleva a Barcelona. Allí nos esperaba una nueva despedida, pero el muchachito no estaba triste. Sonreía y se tocaba el bolsillo donde llevaba el teléfono móvil que le había regalado la tarde anterior. Era un secreto entre nosotros. Su madre jamás debía saber que tenía una vía directa de comunicación conmigo. Dado el carácter represivo que había mostrado en tantas ocasiones, en la vida hubiera permitido que su hijo dispusiera de tal lujo. Como era de esperar, resultó tan cursi como la mayoría de las madres:

-¿No le vas a dar un beso a Sócrates?

El enano se lanzó a mis brazos y tuve que agarrarle del culo para que no resbalara. Me propinó un sonoro beso en cada mejilla, pero aprovechando que su madre estaba en un ángulo donde no podía verle el rostro, pasó de un lado a otro con la lengua fuera, dejándome una humedad que despertó sensaciones en mis apéndices. Sin secarme, estreché la mano de la señora y me preparé para la última despedida. Los ojos del rubito desprendían un brillo especial cuando desde la ventanilla me saludó. Sonreía. No sabía muy bien por qué, pero no me cabía duda alguna de que cuando llegara a su casa se encerraría en el baño y me llamaría.

La sonrisa cristalina del delicioso niño no compensaba mi inmenso vacío. Afortunadamente contaba con el apoyo de un amigo que podía ayudar a que resultara más llevadera la bajada de ese estado de euforia extraordinaria que había presidido mi estado de ánimo en los últimos treinta días. Noté el brazo de Ray sobre mi hombro.

-Bueno, por fin podré tenerte sólo para mí –comentó mordazmente.

Diez años de mi vida cruzaron a toda velocidad por mi mente: la adolescencia de Ray, la dedicación que solicitaba, sus mentirijillas inocentes, sus obsesiones de niño mimado, su crecimiento progresivo, su cuerpo desafiante que cada vez que abrazaba encontraba más grande, su polla grande y recta que nunca había dejado de saborear, sus provocativas caricias, ese culo en el que sólo me dejaba entrar en contados casos… Estar con Ray podía ser un buen consuelo, ahora que parecía un hombre entregado a disfrutar de la amistad en igualdad de condiciones.

Los típicos atascos nos recordaron que estábamos en Andorra. Ya ara tarde cuando llegamos a un restaurante bastante vulgar. Yo estaba poco comunicativo, reservando casi exclusivamente mis pensamientos para los muchachos. El culturista creyó que podía distraerme sacando a relucir viejas historias llenas de comicidad de nuestro pasado común, aventuras que fácilmente atraían las carcajadas. Fue una buena terapia por un rato, pero luego la melancolía me envolvió de forma inevitable. Mi amigo respetó mi estado y guardó silencio. Decidí acompañar el café con un licor digestivo y él me imitó. Pero un comentario desafortunado e imprevisto se clavó como una lanza en mi corazón.

-Eso que haces de liarte con chavales puede resultar muy peligroso.

No respondí. Lo miré a los ojos, esos ojos cálidos y amables, color miel, que me amonestaban inexplicablemente. Él continuó:

-No es normal, no puede ser normal.

Ray jamás se había mostrado arrepentido de su antigua relación conmigo, por lo que yo había imaginado que comprendía que la situación se pudiera repetir con otros chicos. Me chocaban esos reproches fuera de lugar. Pero él seguía insistiendo:

-Lo de Lalo, mira, él es como yo, más maduro de lo que corresponde a su edad, y puedo medio entenderlo: un desliz, las circunstancias… Es fácil caer cuando te sientes encumbrado, cuando ves que hay alguien dispuesto a entregarse a ti, que te inspira confianza y te apoya… Bueno, ya se le pasará.

Se hizo un silencio sospechoso pero transparentemente provisional. Y las recriminaciones continuaron:

-Pero Jordi, un chaval del todo inocente, y ese pequeño… eso tiene que ser una perversión.

-¿Serviría de algo que te dijera que Oriol fue quien comenzó el contacto explícitamente sexual? –corté.

-¿A su edad? Se ve a la legua que le has enseñado todo lo que sabe.

-Ray, me alucina que tú me digas esto. Tú que conoces perfectamente mi trayectoria, mis estrategias, mis aficiones, mis sueños, mis frustraciones. Tú que has disfrutado de mi cariño intenso y entregado sin esperar mas que algunas caricias de tu parte, sin ver plenamente consumado lo que se espera que sea el amor entre hombres. ¿Debo entender que rechazas todo lo que hemos vivido durante diez años? ¿Debo entender que tus abrazos eran postizos? ¿Qué tus estancias a mi lado eran forzadas? ¿Acaso te obligué siquiera una vez a estar conmigo, a seguir a mi lado, a compartir una amistad que se iba fraguando gesto a gesto, año tras año?

Él no respondía. Jugaba con los vasos y tenía la mirada perdida. No alzó la vista para continuar sus reprensiones:

-No es normal que un chico de esa edad mantenga relaciones con esa naturalidad.

-¿Insinúas que lo he pervertido? ¿Así, deliberadamente?

-Sí.

-¿Y lo que has visto estos días, precisamente esa naturalidad, esa ausencia de presión, esa libertad absoluta con que todos nos comportábamos cuando estábamos juntos, no te dice lo contrario?

-No.

-¿Ni la libertad de que tú gozabas durante meses y años, a mi lado?

-Yo podía haberte hundido.

El comentario fue como una puñalada. No podía dar crédito a mis oídos. Ray nunca me había increpado por quererle. Vivíamos a quinientos quilómetros de distancia. En diez años, una sola vez estuve en su casa. Él, en cambio, había pasado largas temporadas en la mía, a veces veranos enteros. Siempre había acudido voluntariamente. Capté el tono de amargura en mi voz cuando le pregunté.

-¿Por qué no lo hiciste?

Tardó en responder.

-No lo sé. Supongo que te apreciaba. Necesitaba tu apoyo.

-Déjame que te recuerde que tus padres pasaban de ti, que en el cole te tenían por loco, que no tenías amigos, que eras un adolescente complicado… En fin, que sólo podías contar conmigo.

-Por eso mismo. Supiste captar mis carencias y darme lo que me faltaba. Así me tenías pillado. Como a Oriol.

-¿Eso crees?

-Sí. A él le falta la referencia de un adulto masculino. Tú puedes llenar ese hueco, pero eso no te da derecho a acostarte con él.

-¿Aunque él quiera vivir ese extremo? ¿Aunque reclame a gritos que lo abraces, que lo beses, que le des placer?

-Se ha visto arrastrado a ello. Ese clima de confianza que tú sabes generar tan bien… arrastra a cualquiera. No tiene defensas.

-El otro día no decías lo mismo cuando les contabas a los chavales cómo comenzó nuestra relación. Tal cómo lo describías, me sentí orgulloso de haber ocupado ese espacio en tu vida, de haber sido importante para ti en una etapa difícil.

-No sé…

-¿Mentías entonces o mientes ahora?

-No sé… Tengo mucho que agradecerte, pero… me gustaría que sólo hubiéramos sido amigos… sin sexo…

-Reniegas del sexo… ¿Incluso de la muchas veces que me has utilizado para proporcionarte placer?

-Tú también has disfrutado.

-No siempre. Muchas veces me he sentido un simple objeto para tu autoafirmación, para tu complacencia. Y lo hemos comentado. Incluso me llegaste a pedir perdón.

-Pero yo te hablo de Oriol, eso no es bueno. Debes dejarlo, no engañarlo…

-No sabes lo equivocado que estás. No sabes la capacidad de provocación que encierra el chaval y…

-Eso tiene que ser una enfermedad. ¡Y tú no eres precisamente una vacuna!

-Soy un virus que agrava los síntomas, ¿no?

-Mmmm, sí.

Me levanté y fui a pagar la cuenta. Mientras esperaba el ticket observaba los fuertes brazos de aquél ser que de repente se había alejado a millones de quilómetros. Veía su pecho esbelto sobre el que me había recostado cientos de veces, veía sus fuertes muslos y su regazo, su deseado paquete que me había obsesionado durante años, esos labios que me habían besado y ahora me insultaban, ese pelo que había acariciado… estaba bellísimo, quizá más bello que nunca.

Hubiera entregado mi vida a cambio de una sonrisa y del simple comentario: "es todo mentira, tonto". Pero él seguía allí, mirando estúpidamente hacia la mesa. Me acerqué y le dije, casi sin detenerme:

-Que te vaya bien.

-¿Te vas?

Alzó la mirada sólo un instante. Sus ojos ya no eran color miel, sino color lejanía; su voz ya no sonaba firme y transparente, sino distante y callada.

Cuando llegué al túnel del Cadí yo llevaba mucho tiempo encerrado en otro túnel, apagado el ánimo y acuchillada la esperanza… Mi mundo se resquebrajaba, y aunque pretendía conducir mis pensamientos hacia la dulzura de Jordi, la seguridad de Lalo o la picardía de Oriol, lo que más pesaba era esa extraña discusión que acababa de vivir. Germán me llamó, pero dejé que el teléfono sonara y sonara. La vista nublada, la carretera era una cañada por la que me deslizaba mecánicamente. No podía asumir que diez años se esfumaran en diez minutos.

Cuando llegaba a Berga se me hizo la luz, las lágrimas se secaron y me retornó la autoestima. Intuía que muy pronto recibiría una llamada que lo cambiaría todo.